El entrenador chileno solamente piensa en clave verdiblanca mientras edifica los cimientos de un Betis de presente y futuro.
Que Manuel Pellegrini es uno de los activos más importantes del club creo que lo sabemos todos. Por si fuera poco, también ha salido en su defensa el director deportivo verdiblanco, Antonio Cordón, afirmando que “el 90% del éxito deportivo del club es gracias a él”. Y no le falta razón. Manuel Pellegrini ha traído al Betis esa ansiada estabilidad deportiva, sabiendo sacar el mayor rendimiento posible a la plantilla de la pasada campaña y siendo también parte del proceso de selección de fichajes durante este verano anterior.
Porque Pellegrini ya empezó a edificar Betis desde la pasada campaña, no solamente consiguiendo una epopeya como meter al club en Europa, sino en diferentes situaciones y contextos deportivos y extradeportivos que quiero mencionar.
El primero de ellos es su ambición con mesura. Sí, se que son dos términos cuyo significado pueden no encajar en una misma frase, pero no es el caso de Manuel Pellegrini. En cada entrevista o micrófono por el que pasa no deja de recalcar su humildad y su trabajo día a día, haciendo ver al aficionado que nada se ha conseguido aún pero que se va por el camino correcto para realizarlo.
El otro, sin duda, es su idiosincrasia futbolística y la sinergia mostrada con la afición. Pellegrini lo tiene claro, lo que quiere es ganar, sea como sea. Vaya, lo que quiere el aficionado bético, sumar de tres en tres y estar lo más alto posible en la tabla. Y en eso Manuel es de los mejores, conoce de lo que va esto y genera esa tranquilidad en el aficionado que hace tiempo que se echaba en falta.
Aunque de momento no habla de su renovación (lo crean o no), Pellegrini ya edifica presente y futuro en verdiblanco, pues independientemente de que el Ingeniero continúe una vez acabado su contrato (que ojalá que sí), deja sembrada en el Villamarín una semilla de esperanza, buen hacer, sabiduría y templanza de cómo llevar un banquillo de fútbol en Primera División. Un espejo en el que mirarse en un futuro o, mejor dicho, unos cimientos en los que ya se edifica ilusión en clave verdiblanca.