En el fútbol, como en la vida, hay muchos tipos de líderes. Está el que sabe mandar, el que da ejemplo con su comportamiento, el que sabe estar, el que tira del carro cuando sus compañeros lo necesitan. También en la plantilla del Betis los hay de muchos tipos.
Está el integrador, como Joaquín Sánchez, que mantiene un ambiente cordial en la plantilla apaciguando con su personalidad los posibles y lógicos roces de un grupo. Amenizando con sus bromas los momentos de fatiga con la autoridad que ofrece un brazalete. Están aquellos que ofrecen la voz de la experiencia, como Andrés Guardado o Claudio Bravo. Los que llaman a la mesura cuando se consiguen pequeños logros o exigen mirar más alto cuando empiezas a ver pequeño el lugar desde el que empezaste. Ellos contagian con su ambición y no permiten la relajación. Está Nabil Fekir, que es de los que tiran del carro. Gracias a su talento toma protagonismo cuando los demás no están e intenta ofrecer su mejor cara en esos días en los que no terminas de dar con la tecla. Son distintas formas de ejercer un liderazgo, todas de ellas no solo válidas, sino útiles para el grupo. Podrían ponerse más ejemplos, pero sin duda son personalidades clave en la buena temporada del equipo verdiblanco.
Y luego está Sergio Canales. Por algún motivo, desde que llegó al equipo pareció imbuirse con la especial idiosincrasia del club, la ciudad o su afición. Tomó una importancia estratosférica desde el primer momento en que se enfundó la elástica verdiblanca. Ya en su primera temporada, pese a la presencia de jugadores con el descomunal talento de Giovanni Lo Celso, por decir uno, me parecía el engranaje clave de este Betis, y hoy, tras muchos cambios en el equipo, lo sigue siendo.
Sergio Canales es la honestidad y la humildad sobre el terreno de juego. Se ve en su forma de actuar, en la forma de luchar, de protestar, de actuar en cada momento. La forma en la que siempre intenta dar lo mejor de sí, bañado por el aura de querer disfrutar cada momento que sienten con mayor intensidad quienes se han visto privados del césped en múltiples ocasiones, en su caso debido a las graves lesiones que ha sufrido a lo largo de su carrera.
Hablamos de un futbolista que, más allá de su calidad superlativa, siempre quiere ofrecerse, buscar el balón, hacer jugar y honrar el escudo que lleva en el pecho. Es el líder del saber estar, de la sonrisa en el campo y de la frustración en la derrota. También el primero que parece levantarse cuando sucede, acostumbrado como está a hacerlo en lo personal. Un jugador que forzó cuando aún no estaba recuperado para ayudar al equipo cuando necesitaba, que se pone una cláusula de mil millones como guiño a un club en el que es feliz, que jamás se esconde y siempre intenta aparecer, haciendo divina su condición humana.
El mundo necesita líderes que no impongan, sino que se hagan respetar por los valores que pregonan como personas, y ahí, Sergio Canales, siempre portará el brazalete de capitán infinito. Ese que no necesita tela alguna para ser portado.
Disculpadme este artículo que es más una opinión que una verdad objetiva, aunque para mí sea tan real como la pasión por el Real Betis Balompié. Egoístamente, pienso en él solo como verdiblanco por lo que suma, pero sería una inconsciencia no decir en un artículo como este lo mucho que merece representar a España en el Mundial. Esto solo es un pequeño homenaje a un futbolista antológico, del que nos acordaremos como una leyenda cuando no esté por lo que fue como hacemos con tantos otros. Disfrutémoslo tanto como podamos. Gocemos de la capacidad de ser un líder. Deleitémonos con la magia de Sergio Canales.
