En el centro del mundo de mis sueños, ajustándome la camiseta y amarrándome las botas, mirándome al espejo con una pelota, soñaba que mi equipo, al fin ganaría y sería yo, como capitán, quien levantaba la Copa del Rey. Y en el centro de todo mi mundo que era nuestro estadio, en noches y días de sol, lluvia y viento, desde pequeño se fue convirtiendo el Benito Villamarín en mi segunda casa y templo favorito.
Mi corazón y orgullo se hacían más grande que mi pecho al ver jugar a Carvalho, Canales, Fekir y Borja Iglesias. Y mi garganta más grande que mi alma animaba, cantaba, reventaba hasta que ya no podía más, y ese equipo no volvería a caer en lo profundo y oscuro de segundas categorías.
Mi Patria, mi colegio y mi templo diario era aquel Benito Villamarín, con olor a ‘faso’ y gradas llenas hasta arriba de colores y sentimientos. Allí donde cualquier Dios en el que creas, se disfraza de hombre al entrar para estar y disfrutar, porque otras religiones no se hicieron necesarias, más que las del Glorioso y sus trece barras. Esas gradas a dónde aún se celebra cantando, multiplicando por cien todas las alegrías verdiblancas y donde la vida cobra un sentido distinto.
En mis mejores sueños sonaba un silbato que daba comienzo al partido, y empezaba una experiencia que jamás olvidaré. Aficionados “adultos” con auriculares y radios, solos y acompañados, le cantaban y gritaban al árbitro lo que luego callaban contra su jefe o mujer.
Eran las once, a las once de la noche, todas las bufandas y banderas comenzaban a ondearse, para celebrar una victoria que tardó diecisiete años en llegar y ‘más de un siglo’ en conquistarse. Aquella fue la noche de la primavera más bonita que mis sueños recordaban en el Villamarín, porque no hubo noches anteriores ni las habrá, más caliente y verdiblanca que la noche que pasamos 50.000 amigos, cantando y llorando contigo.
Y con otra eterna victoria en nuestras vitrinas que nos resucitó el alma, ya nos tocaba volver a celebrar en familia, y ya me da igual lo que pueda durar “su majestad”, pero yo le deseo larga vida al Rey, me refiero al verdadero Rey, a nuestro único Rey, el Real Betis Balompié.