El Real Betis se pega un tiro en el pie en el peor partido en mucho tiempo, totalmente desbordado y superado por un Valencia CF más propositivo y con más intensidad. Intolerable actitud de un equipo que debe pelear con todo por la Champions y hacer gala de la calidad que goza en su plantilla, falte quien falte.
Si te expulsan a un jugador a la hora de partido, de esa misma falta nace el primer gol en contra y el segundo que termina por matarte llega de un penalti que solo vio el colegiado se puede decir que el futbol fue muy injusto con el Betis. Pero es que este Betis es dueño absoluto de todos sus defectos. Hoy no salió a competir, seguramente pensando en el parón, desgastado mentalmente tras el derbi, y sin ganas de bregar en Valencia. Pues la ecuación se resuelve sola.
El Betis, en su enésima demostración de que esta temporada juega a otra cosa, volvió a salir al partido con la mera intención de aguantar el chaparrón. El Valencia ya controló la pelota y el ritmo desde el primer momento y las llegadas no se harían de esperar. Sin Fekir ni Borja Iglesias, jugar a arroparse atrás y esperar arreones en ataque es casi un suicidio. Sin los dos jugadores que mejor aguantan la pelota y que más oxígeno dan a los suyos en escenarios así, el Betis estaba abocado a que su rival bajara el ritmo. Y algo así pasó en la primera parte, pues al final acabó más igualada, con una gran ocasión de Juan Cruz que disparó muy timorato a las manos del portero. El cero a cero daba esperanzas para la segunda parte.
Y el plan seguía su curso más o menos como al principio, pero este Betis a bajo ritmo es demasiado propenso a cometer errores. Un suicidio colectivo. Un riesgo impensable para un equipo que quiere pelear la Champions. Fallos en salida, como el de William Carvalho que provoca la primera amarilla de Edgar. Pocos minutos después, la segunda del central catalán en otra falta muy parecida a la primera. A Pellegrini se le cayó el techo de Mestalla encima, pues hacía dos minutos que había sacado a Carvalho y Guido del campo. Incomprensible también.
Uno no puede esperar que en medio minuto se te vaya el partido por el desagüe, pues de la expulsión de Edgar nace el gol que abre la lata y casi sentencia el partido. Doble castigo para un Betis al que sería fácil excusarle la crueldad del futbol, pero es que todo lo malo que le pasa es fruto de sus desconexiones y errores.
Pero encima de perro, apaleado. Al Betis le pitaron uno de esos penaltitos que se dijeron a principios de temporada que no se iban a pitar. Balón dividido al que van Kluivert y Alex Moreno, ambos acaban en el suelo y el colegiado interpreta pena máxima cuando hasta la repetición dictaminó que no había nada de nada. Guillamón se encargó de anotar el segundo y matar el encuentro. Que no terminaría ahí, pues el propio Kluivert anotaría el tercero aprovechando los huecos en la defensa para quedarse en el mano a mano con Rui Silva.
Incomprensible partido de un Betis al que se le llena la boca a la hora de decir que quiere pelear por la Champions pero luego no lo refleja en partidos clave. Derrota tan dura como merecida y ahora todo un mes para alimentar los debates, los análisis y las tertulias alrededor de un equipo que juega peor que la temporada pasada.
