Después del tercer gol vi el partido con las manos apoyadas en la barbilla y sin alterarme. Fue un baño de realidad. El United nos estaba pasando por encima y era cuestión de tiempo que llegaran más goles. Al final, cuatro a uno y eliminatoria casi sentenciada en Old Trafford. ¿Pesimismo? Ninguno. En estadios y en partidos como estos es donde un equipo se hace grande. El crecimiento deportivo e institucional pasa por disputar y perder encuentros de esta envergadura.
Y eso que el Betis hizo una primera parte buena; muy buena, en algunos momentos. Sin Fekir – hay que acostumbrarse a jugar sin él – sin Canales y sin Borja Iglesias (reservados por Pellegrini), el equipo peleó de tú a tú contra el gigante inglés, que salió al césped con su mejor once. El gol de Ayoce Pérez fue el premio a unos cuarenta y cinco minutos que nos permitían soñar. ¿Por qué no? Todo se vino abajo tras el descanso.
Cuando Antony encaró a Abner yo estaba gritando “¡tápale la izquierda, tápale la izquierda!”. El joven lateral brasileño, al que hay que dar tiempo porque tiene condiciones pero que aún está muy verde, no tapó la pierna más hábil del extremo del Manchester y el balón acabó en la escuadra de Bravo. Es fácil hablar desde el salón de tu casa, con una cerveza en la mano. Sin embargo, los jugadores deben estudiar a sus adversarios. Se veía que iba a hacer esa jugada porque la ha repetido muchas veces. Fue un golazo, aunque creo que se podía haber evitado.
Desde ese instante, los ingleses fueron un rodillo. Marcaron el tercero en un córner mal defendido y el cuarto en otra jugada por la banda izquierda. Además, llegaron en varias oportunidades más a nuestra área, con ocasiones clarísimas. El Betis ni siquiera con los cambios supo y pudo reaccionar. Faltó pausa, madurez y se dedicó a encajar golpes, como el boxeador sobrepasado que sabe que no le queda otra hasta que acaba el combate. Casi nos tiran a la lona, pero al United no asestó el golpe definitivo. Sí, son tres goles de diferencia. Sí, la eliminatoria parece sentenciada. Pero quedan noventa minutos en el Benito Villamarín delante de nuestra gente, enrabietados por la peor derrota del curso. Hay que intentarlo.
He leído a muchos béticos resignados. A algunos enfadados y a otros tristes. La campaña está siendo buena, aunque todos queremos siempre más. Venimos de la gloria de la Copa del Rey y había esperanzas en que este año se estuviera cerca de ganar otro título. El fútbol tiene estas cosas. No es fácil sumar trofeos. En nuestra historia centenaria hay una liga y tres copas y en Europa no hemos llegado nunca a semifinales. Estas curas de realidad nos vienen bien, porque aprendes a valorar lo que antes se ha logrado. No se trata de ser más o menos exigentes. Nunca me ha gustado esa coletilla que nos lleva persiguiendo en los últimos tiempos. Hay otros equipos que quieren lo mismo que tú y solo gana uno. Apreciemos el gran trabajo que se está haciendo y que nos permite ser competitivos. Somos un gran equipo.
Ojalá vengan más eliminatorias como la de Manchester. Estoy convencido de que nos queda mucho que disfrutar con esta plantilla y este cuerpo técnico. Para hacerse mayor primero tienes que ser pequeño. Todo en la vida necesita aprendizaje y tiempo de elaboración. No nos desinflemos. Nos queda la vuelta en Sevilla y un final de Liga apasionante, en el que estaremos cerca de los cuatro primeros y luchando por una plaza que la temporada que viene nos permita repetir lo de Old Trafford. Este Betis nunca se rinde y sus aficionados tampoco. ¡El jueves puede ser un día histórico!
