El Real Betis cayó derrotado, una vez más, en su visita al Cívitas Metropolitano por culpa de una anticompetitiva primera parte, donde los continuos errores sentenciaron el partido demasiado pronto. En la segunda mejoró con creces y Oblak tuvo que evitar el empate.
El Real Betis de Pellegrini sigue empeñado esta temporada en ser competitivo y anticompetitivo a partes iguales. Es tremendamente desesperante ver como el equipo salta al campo, el ritmo tan bajo, la nula intensidad y el nerviosismo palpable cuando el rival te somete a base de piernas y correr más que tú. Así saltó el Betis al Metropolitano, y claro, un Atleti herido tras la eliminación de la Copa del Rey se lo comió con patatas.
Los errores en salida, uno tras otro, generaban una, dos, tres y tropecientas ocasiones para un Atleti que pudo dejar el marcador al descanso muy abultado. Por suerte solo metió dos, pero pudieron ser tres más fácilmente y haber dejado muy tocado al Betis. El primero llegaría en uno de esos errores garrafales, obra de Bellerín, muy errático en la primera parte, regalando la pelota en un pase criminal desde la banda al centro, donde Koke anticipa, abre a Memphis y este la pasa al palo largo con la mala fortuna que después de dos rebotes es Rui Silva quién se la acaba metiendo dentro.
El Atleti se adelantaba demasiado pronto y seguía haciendo daño. En una de esas, la divina providencia pareció dar una vida extra a un Betis tocado y casi hundido, cuando Rui Silva paró – sí, paró – un penalti a Morata. Penalti injusto siempre se falla, suele decir el dicho futbolístico, y en esta ocasión el meta portugués le puso justicia a un clamoroso piscinazo del delantero madrileño y que el VAR no tuvo valentía para no pitar. Pero esa vida extra sirvió de poco, pues al filo del descanso, en otra serie de infortunios, Morata acaba empujando a la red el rechace de Rui Silva, que paró como pudo un disparo desde la frontal de Rodrigo De Paul después de un manso despeje de la defensa en el córner.
El descanso sirvió de bálsamo para un Betis muy superado. Pellegrini dio entrada a William Carvalho por un desaparecido Rodri. El Atleti levantó el pie del acelerador y se pudo ver otro partido. Con la pelota, y con su rival en su campo, el Betis fue muy diferente al de la primera mitad. Tenía la posesión, generaba llegadas y el gol – golazo- de Carvalho dio alas a los verdiblancos y metió el miedo en el cuerpo a los locales. Fue entonces el Betis dueño y señor del partido, encerrando a su rival en su área, defendiéndose el Atleti como gato panza arriba y como tan bien sabe hacer, salvo por algún amago de contragolpe que no llevó a nada.
Pellegrini dio entrada a Guido y Ayoze, mejorando con creces la dinámica del Betis, que demostró por qué echó tanto de menos a ambos, sobre todo al argentino. El Betis la tuvo, y tanto que la tuvo. En un disparo desde la frontal de Cardoso, manso, pero complicado, al que Oblak metió la manopla milagrosamente cuando todos cantaban el gol del empate. Ahí estuvo el milagro del Metropolitano, pero el hándicap de la nefasta primera parte fue demasiado.
El Betis se vuelve de vacío una vez más, con la amarga sensación de la cal y de la arena, pero con la alegría de ver como Guido y Ayoze han vuelto, que William Carvalho juega bien al futbol cuando quiere, y que cuando tiene ganas, es muy difícil ganarle.