De todos es conocida la famosa serie de televisión Juego de Tronos, donde en un mundo ficticio diferentes linajes y reinos luchan por quedarse con el deseado Trono de Hierro. Para ello se llevarán a cabo guerras, traiciones, asesinatos y más puñaladas traperas que en las traseras de la calle del infierno.
Y resulta que ahora es en el corazón de la Bética, justo al final de la Palmera, donde hay ruido de sables para conquistar el trono del Real Betis Balompié, un suculento bocado con muchos pretendientes. Al igual que en la serie son numerosos linajes béticos los que atacan desde varios flancos para asaltar el deseado trono verdiblanco.
Es muy entretenido todo este show mediático donde comegambas, influencers de medio pelo y plumillas hambrientos trabajan duro para las diferentes facciones. Me los imagino a cada uno en sus cuarteles de invierno, la casa Galerayen, los Castañyrrel, la casa Salanisterr o los Serrastark… Sentados con mapas e imaginando estrategias y tratados de amistad para poder arrebatar el reinado al Duque de Villaverde y su acólito el Duque del Big Data, y es que solo faltan algunas escenas de cama, unos cuernos y una par de envenenamientos para que Netflix venga y compre los derechos para hacer una serie del copón de la baraja.
En este espectáculo ya no sabe uno quién es el bueno y quién el malo pues hay ocasiones en las que los supuestos malvados me caen bien, por su puntito de mala leche, y el que va de bueno me toca las pelotas.
Lo que sí queda claro viendo la telenovela, como diría mi madre, es que todos en teoría desean lo mejor para el Reino del Betis, pero si es posible desde el trono, que ahí se está muy bien, eso está claro, porque ser presidente del Betis no es moco de pavo y se cotiza más alto que un botellín helado un 4 de agosto a las tres de la tarde.
Pero a veces dudo si estamos ante Juego de Tronos o si todo esto es un atraco como el de La Casa de Papel y que el objetivo final de todos sea reventar desde dentro la caja fuerte del beticismo, desde el mismísimo corazón del Benito Villamarín.