Aunque a menos de una semana resulte inevitable mirar de reojo a una Junta General de Accionistas que se celebrará el próximo lunes en el Palacio de los Deportes de San Pablo, no está de más hacer un breve inciso para recordar que antes de que se lleve a cabo, está en juego una primera eliminatoria de Copa del Rey en Murcia y otro partido correspondiente a la decimocuarta jornada de La Liga en Granada. Ambos hay que afrontarlos con la mayor seriedad y responsabilidad posible, ya que independientemente de lo que suceda en la mencionada Junta, el fútbol en general y el primer equipo en particular, constituye la esencia de una institución que en multitud de ocasiones en los últimos tiempos se ha empeñado en demostrar justo lo contrario.
Dicho esto, desde el pasado 8 de diciembre que se oficializó la alternativa al Consejo actual de un grupo de accionistas bajo la denominación ‘Es posible otro Betis’, venimos asistiendo a un cruce de declaraciones en diversos medios de comunicación, por los que han pasado (y seguirán pasando durante los próximos días) tanto miembros de esta alternativa reciente como parte del accionariado presente en el actual Consejo de Administración.
Después de escuchar a ambas partes, para mí existe una diferencia significativa entre ambos modelos de gestión.
Mientras que los accionistas que han presentado una nueva alternativa optan por tender la mano a los dirigentes actuales con el objetivo de crear un proyecto común, éstos solo contemplan la vía de la apertura del Consejo, siempre y cuando todo el que se adhiera lo haga compartiendo el proyecto existente, o lo que es lo mismo, tenga limitadas sus funciones en lo que respecta a proponer cualquier tipo modificación en el funcionamiento actual del club.
Varios de los accionistas a los que les plantearon la entrada se negaron a ello, al comprobar que su capacidad de decisión era prácticamente nula. A esas condiciones, hay que añadir algo que hemos podido conocer en las últimas horas en unas declaraciones de Ángel Haro en las que dejaba claro que la vuelta de Lorenzo Serra Ferrer únicamente sería posible si cambia el órgano de administración al completo.
Resulta llamativo ese empecinamiento en un modelo que lleva vigente el tiempo suficiente como para haber comprobado con creces que no funciona y urge modificar para que, tanto los resultados deportivos como económicos, no empeoren una situación ya de por sí bastante preocupante.
El club no necesita salvadores, lo que necesita son profesionales que puedan aportar sus conocimientos y experiencia para ponerlos al servicio del club y en ese sentido, no hay mejor exponente que Serra Ferrer. A los hechos nos podemos remitir. La presencia del balear en la institución, ya sea como entrenador en sus inicios o como principal responsable del área deportiva posteriormente, han sido sinónimo de buenos resultados futbolísticos y por ende económicos.
Por cierto, no merece la pena bajar a las cloacas para comentar el contenido del paupérrimo informe que le entregaron antes de su salida del club con la intención de desprestigiar su trabajo y que “curiosamente” se filtró a pocos días de su regreso a Sevilla. Lorenzo ha sido, es y será una leyenda del Real Betis Balompié, teniendo el cariño y el respeto eterno de la hinchada verdiblanca, algo que por más que lo intenten algunos, no podrán obtener jamás.
Desconozco el desenlace y lo que sucederá al término de la JGA. Aunque a estas alturas parezca utópico que se pueda llegar a un acuerdo conjunto en beneficio del Betis, no hay otro camino posible para lograr enderezar el rumbo del club y eso es algo que deberían tener presente todos y cada uno de los accionistas de la entidad, desde el que dispone de un amplio porcentaje, hasta el que custodia con mimo una parte simbólica del club de su corazón. En cualquier caso, el fútbol siempre termina poniendo a cada uno en su lugar.