Los turnos de noche son complicados, y más cuando se te presenta un rival de punta en blanco. A la hora de saltar al verde del Benito Villamarín no hay excusas, pero los pupilos del Ingeniero encadenaron su tercer partido sin llevarse los tres puntos. Otra infructuosa jornada de trabajo. Por el rival, porque su plan fue calcado al de la cuadrilla verdiblanca y sí dio resultado; y por el propio Real Betis, cuyas limitaciones son tan palpables como sabedores son los aficionados verdiblancos de que los huecos a cubrir no serán tapados. Las obras que se están llevando a cabo en el equipo de Carlo Ancelotti tienen más que ver con las oficinas en las que trabajar que con el equipo de trabajo en sí, de ahí que la frustración del beticismo fuera mayor cuando vio a los blancos –de azul en esta ocasión– llevarse todo el botín de Heliópolis.
Dos «nuevos» obreros fueron llamados a filas por Manuel Pellegrini y ambos respondieron desde el primer minuto de partido. Germán Pezzella, en su debut bajo las órdenes del chileno, fue justo lo que había echado en falta el conjunto de las trece barras durante las dos primeras sesiones de temporada: contundencia. Junto a él, Guido Rodríguez –se estrenó esta temporada– volvió a ser Guido Rodríguez. Mientras algunos compañeros picaban piedra blanca con cinceles, el dúo argentino cogió un pico por mano y, ayudados por Víctor Ruiz, que por momentos recordó al del curso pasado, montaron un muro de cemento armado que por momentos pareció impenetrable. Claro, el Ingeniero no contaba ni con la fuga que generó Vinicius en el costado ni con el cansancio, sobre todo con el cansancio.
El Real Betis en su conjunto fue un albañil que llegada la hora de comer abrió su fiambrera y lamentó haberse dejado el almuerzo en casa. Tras una primera parte de gran esfuerzo físico, al conjunto verdiblanco le desenchufaron la maquinaria en la segunda. «Jefe, la hora». Con los 11 elegidos por el chileno bajo mínimos de energía y un resultado en el marcador contrario a los deseos verdiblancos, eran ahora los locales quienes estaban obligados a derribar el muro rival. Había dinamita (poca, pero algo) en el banquillo, pero los de la Palmera no llegaron ni a enchufar los cables. El equipo de trabajo de Manuel Pellegrini todavía tiene que recuperar las sensaciones con las que terminó la pasada campaña, pero de Cádiz a Madrid, en lugar de una mejoría, se ha visto un empeoramiento en los trabajadores verdiblancos.