Terminaré con un párrafo de los míos llamando a la tranquilidad y la unión, pero antes permitidme que hoy os cuente una historia real que me pasó este fin de semana. Comencemos.
Mi chica me comentó que estaban organizando una meriendacena ella y sus primos y tíos, y que estaba invitado. Primera vez que iba a conocer más miembros de su familia que no fueran de primer grado de sangre. Por supuesto dije que sí, que además la hora me venía perfecta porque era un poco después de que terminara el Betis (yo tengo la misma suerte que nuestro compañero José Andrés Carrasco, yo tampoco me pierdo un partido del Betis pese a nuestros compromisos matrimoniales).
El caso es que con el autogol de Pezzella (vaya golazo, tú) pensé que mucho tenía que pasar para poder al menos empatar el encuentro, así que salí un poco antes para la quedada aunque iba viendo el partido por el móvil de camino. Durante el trayecto, mi chica me dijo algo que no supo hasta ese momento. También iba a ir una prima suya, pero que iba a tardar un poco más porque estaba en el Metropolitano. «Joder, pues estará disfrutando», le dije. «Pues sí, porque es del Betis y es la primera vez que lo ve en directo», me dijo. Su prima tiene 12 años. Yo casi me pongo a llorar.
Un día de perros, lloviendo como llovió en Madrid, con una derrota tan contundente y después de mucho sin perder, y la niña estaba radiante de felicidad por haber visto a su Betis por primera vez. Se nos olvida que esto es un juego, y cuanto más mayor nos vamos haciendo, más conscientes y huraños nos volvemos. Ella sólo podía sonreír porque había visto a su equipo. Y llegó la pregunta del millón. «¿Y por qué eres del Betis?, le pregunté. «No lo sé, es el equipo que mejor me cae de todos. Es simpático, cercano y me gusta mucho lo que me hace sentir». Llevaba la camiseta de la temporada pasada y contó que el chino la había engañado, porque ella pidió la de su ídolo Joaquín y le llegó la de Bartra, pero que también le gustaba mucho. Inocencia y cordura a partes iguales. Yo estaba flipando. Enseguida comenté con ella que yo también era del Betis, que no se preocupara por la derrota y que el derbi se ganaba. Me miró con cara de túsíquemeentiendes.
Y me sentí representado, porque yo también soy del Betis por lo que es y por cómo soy con él. De pequeño, me hice del Betis por sus jugadores, por Merino, Jarni, Alexis… Alfonso. Finidi. Don Lorenzo. Por sus gentes. Por lo que representa y me hacía sentir. Mis padres, del Atleti los dos. Mi padre forofo. Mi madre porque sí. Soy el único Bético de mi familia. También me pedí una camiseta y me llegó otra. Fue como si me viera en un espejo.
Y recordé lo bonito que es ser de Su Majestad y las razones por las que estamos locos de la cabeza por él. Porque significa familia, amistad, cercanía, pasión, alegría y sufrimiento. Nadie entendía a esa niña, pero yo sí, igual que todos los que estáis leyendo esto.
Que no se nos olvide de dónde venimos y a dónde vamos. Que perder siempre es una opción, y más con el vigente campeón de Liga. Que el campeonato son 38 partidos y sólo van 12. Que podremos perder, sí, pero siempre compitiendo. Que lo que está consiguiendo el Ingeniero es una auténtica locura. Hoy, a cerrar el primer puesto en Europa League, que nos quitamos a los que caen de Champions, y ya a pensar en el derbi. Tranquilidad, mis Béticos y Béticas del universo, esto sólo acaba de empezar.