Ya uno va teniendo edad para contar batallitas. En mi firma anterior hablé de Esnaola y los guantes de la Copa del 77. Están en mi casa, en Carmona, y los tiene mi padre bien guardados. Hoy me apetece escribir sobre el mejor Betis que han visto mis ojos: el de la temporada 96/97 que acabó cuarto en la clasificación (empatado a puntos con el Súper Depor) y jugó la final de Copa del Rey contra el Barcelona. Y lo hago por un motivo: aquel maravilloso Betis me recuerda en gran parte al que estamos viendo actualmente.
¡Qué partido el domingo contra la Real Sociedad! Y veníamos de vencer nada más y nada menos que en Camp Nou. Los azulgranas no son los de siempre, pero sigue siendo muy complicado sacar los tres puntos en un estadio que no se nos da bien. Estas dos últimas victorias me animaron a reflexionar: ¿cuándo has visto a tu equipo jugar y ganar así? Mi respuesta fue inmediata. Yo era socio e iba al campo con mi padre todos los domingos en esa etapa gloriosa de Lopera, Serra, Alfonso, Finidi o Jarni. Además, estuve en la final del Bernabéu, que tendríamos que haber ganado. Buenos tiempos para la lírica. Subidos al DeLorean viajamos en el tiempo.
En común entre aquel conjunto y este hay muchas cosas, empezando por dos entrenadores magistrales. Creo que Pellegrini va camino de igualar a Serra Ferrer (que no se me enfade nadie, que yo soy de ambos y también del gran Pepe Mel) en cuanto a relevancia en nuestra historia más reciente. Dos tipos inteligentes, que sacan el máximo jugo a sus futbolistas. Hablan cuando tienen que hablar y sus silencios a veces dicen más que sus palabras. Dos genios, que han entendido la filosofía tan particular de las trece barras. Y, sobre todo, dos técnicos que ganan partidos que, al final, es lo más importante.
A mí entender, un equipo es mejor o peor dependiendo de cómo compita y la seguridad que te dé al saltar al campo. Esa seguridad me la proporcionaba el Betis del 97. Sabía que iría al Villamarín y lo más probable es que ganáramos. Evidentemente, no siempre sucedía. El fútbol no es una ciencia exacta y juega otro equipo enfrente (algo que olvidamos con facilidad), que quiere exactamente lo mismo: ganar el partido. En aquella Liga el Madrid acabó con 92 puntos y el Barcelona con 90, palabras mayores. Peleamos contra el mejor Deportivo de la Coruña de la historia, con un buen Atlético de Madrid y con los dos equipos vascos, Athletic y Real Sociedad, que pasaban por una racha positiva. Es decir, lograr 77 puntos no fue nada fácil. ¡Y se marcaron 81 goles!
En el Betis de ahora hay dos magos que nos hacen disfrutar de lo lindo. De Canales y Fekir, Sergio y Nabil, les hablaremos a los nietos cuando solo nos queden recuerdos. Tenemos la suerte de que son nuestros; que visten de verde y blanco. Me emociono solo de pensarlo. En el año 97 también teníamos dos magos. Uno puso de moda las botas blancas y el otro corría la banda derecha como pocos la habían galopado en Heliópolis. Alfonso y Finidi eran nuestras dos estrellas. Dos estrellas mundiales, capaces de soportar comparaciones con los mejores en su puesto en todo el planeta fútbol.
En aquel Betis de Serra teníamos un buen portero, Toni Prats, y una defensa mejor de lo que podría parecer y la prensa decía – ¿Os suena de algo? – con jugadores como Vidakovic (el central con más clase que yo vi, lástima de lesión), Roberto Ríos (que fue internacional), Ureña, Luis Fernández, Olías o Jaime Quesada. El medio campo era muy compensado. En la banda izquierda destacaba por encima de todos Robert Jarni, un zurdo prodigioso. La batuta la llevaba Alexis, que increíblemente nunca fue internacional. Juanjo Cañas y Juan Merino eran los pulmones del centro del campo y Nadj y Bjeliça, los complementos balcánicos de los que disponía Serra. Arriba, junto a Alfonso (que anotó 25 goles en Liga, solo superado por Ronaldo Nazario), un buen surtido de delanteros que hacían pareja con el genio de las botas blancas: Pier, Sabas y el polaco Kowalczyk.
Se vivía euforia en verde y blanco por aquel entonces, similar a la que contemplé el otro día en el Villamarín frente a la Real. El público entregado, los jugadores mordían y todo el mundo remaba en la misma dirección. Lo que pasa es que en el 97 no existían las redes sociales; apenas se usaba Internet y ni siquiera habían llegado todavía los móviles. Veíamos los partidos completos o los resúmenes en Estudio Estadio y los comentábamos con la familia o los amigos. A nivel particular; un fin de semana tras otro. Ahora el veneno corre por la red y no precisamente la de las porterías.
Es hora de disfrutar de lo que estamos viviendo. Hay un equipo muy trabajado y competitivo. Tanto el cuerpo técnico como los jugadores (sí, también los jugadores, que parece que solo hablamos de ellos cuando lo hacen mal y si lo hacen bien es que los ha resucitado el entrenador) están dándolo todo. Son conscientes de la ilusión de los béticos. Pero queda mucho terreno por delante. Vendrán días más oscuros. Yo solo pido algo desde estas humildes líneas: unión. Bandos fuera. Silbidos fuera. Fuera enfrentamientos absurdos en las redes sociales. Fuera criticarlo todo cuando se pierde. Porque esto es un juego, señores. Un deporte, con dos contrarios. A veces, no se gana. A veces, se juega mal. A veces, el equipo no logra dar con la tecla y se diluye cual azúcar en el café. Pero esto también les ocurría a los del 97. Y ese ha pasado a la historia como uno de los mejores Betis que han pisado el Benito Villamarín.