Jueves 13 de enero del 2022, mi amigo Dioni me escribía el mensaje y me daba la noticia más feliz que me habían dado en los últimos meses: Tenía entrada e iba a ver mi primer derbi copero en directo.
Con la ilusión de un niño, terminé mi examen de Derecho Penal, volví a Murcia y sin apenas tiempo para nada después de comer metí mi bufanda del Betis en una maleta y me monté en el coche que una vez más me llevaba a la ciudad de mis sueños. Sobre las nueve de la noche me dejó mi acompañante en el Arco de la Macarena, llegué a casa de mis amigos y cenamos, todo parecía feliz, estaba en casa, tenía a mi mejor amiga cerca, a mi hermano al que apenas veo conmigo, y a tres personas que aunque hace un año no les conociera, forman parte de mi más íntimo círculo en estos momentos, era feliz y me fuí a dormir feliz, como Sevilla me quiere no hay nada en el mundo que lo haga ni parecido.
A la mañana siguiente me levanté, esperando a que Sofía y Blete se levantaran leía el periódico buscando información de última hora sobre el partido del año, recargaba Twitter para ver los ánimos de los mios y llamaba a mi madre cada dos minutos porque no me aguantaban quieto los nervios. Tras comer y comprar las cosas para una buena previa, llegamos temprano a Heliópolis, pude ver a mi grupo de amigos, cantar, reír, disfrutar y tener cerca a personas a las que veo poco, pero siento conmigo cada día.
El ambiente era de noche grande, tenía conmigo a la persona que más he querido, mis amigos, mi gente y mi familia, nada podría estropear el que estaba siendo el mejor día de mi vida, ni si quiera llegados a ese punto una derrota del Betis.
Pero nadie esperaba lo que pasó, cuando vi a De Burgos Bengoetxea venir hacia mi grada con el palo en la mano, sentí la sensación más amarga que he tenido en mucho tiempo, como si todo el dinero, el esfuerzo y el cansancio de no dormir para poder hacer bien ese examen con el único fin de estar tranquilo en casa, no hubieran servido para nada.
Tras la suspensión la vuelta a casa fue un velatorio, estaba por dentro como si se hubiera muerto alguien cercano, había perdido algo, sigo sin saber muy bien qué, pero creo que todos perdimos algo. Nunca imaginé que en vez de ver ese final en el Benito Villamarín, tras pagar mi entrada tuviera que ver el final del partido en un Pub de Estepa durante mi vuelta a Murcia, muy triste y dolido con los mios, aún sabiendo que el responsable no era de los míos, porque los béticos no somos eso.
Algún día volveré, disfrutaré y veré ganar al Betis, pero estoy seguro que el momento del palo de PVC arruinó una gran noche de Betis, una gran noche del Balompié.
Ojalá pueda vivir un partido así, pero en vez de contarle a mis hijos que estuve en la noche que el Betis de Pellegrini eliminó al Sevilla de Lopetegui de la copa, les tendré que contar que estuve la noche del palo de PVC, y esto es lo más triste de todo, que yo por suerte no era mi primera vez en el Villamarin, pero me sentía muy mal por un chaval que había detrás mío de unos seis años, que al igual que yo venía de Murcia y no pudo ni si quiera terminar de ver su primer partido en Heliópolis.
Gracias a mi familia por el finde, al Betis por la alegría de la clasificación y gracias al energúmeno que no nos dejó a los béticos pacíficos y responsables, disfrutar de nuestro equipo después de gastar tiempo, dinero y muchas cosas más. Honor a todas las personas que fuimos al derbi, menos a una. Honor a todos los socios de gol sur por el espectáculo de animación y colorido y por la injusta persecución por uno que no representa a nadie.
Y sobre todo, honor a esos locos de la cabeza que organizamos viajes en una semana, buscamos todo por estar con los nuestros y no vimos recompensado el esfuerzo pese a la victoria de los nuestros, deseando volver al Benito Villamarin y disfrutar con su gente, mi gente.