Ha vuelto a sonar la noticia (y ya he perdido la cuenta de las veces que van) de la vuelta de Daniel Ceballos al Real Betis Balompié. Y la noticia ha saltado a la palestra después de unas declaraciones del utrerano en la presentación de su campus deportivo de tecnificación en su Utrera natal.
Ha vuelto a dejar claro que el Betis siempre estuvo en su corazón y que tarde o temprano volverá a vestir su camiseta. Y es que desde que salió de las instalaciones verdiblancas rumbo a Valdebebas, nunca ha conseguido tener un mínimo de protagonismo, ese protagonismo que se necesita para volver a ir convocado con la Selección Española de fútbol, para sentirse importante como futbolista y no solo como asalariado de uno de los clubes más grandes del mundo, y para demostrar que ese niño que debutó con el Betis y que tan buen futuro auguraba, no se ha convertido en uno de tantos juguetes rotos que destrozan en Chamartín a base de banquillazos y gradas.
Aún tiene edad para ser alguien importante en este deporte, y marcar una época en el Real Betis. 25 años son pocos y el Betis está al alza después de la temporada que está realizando de la mano de Pellegrini, así que lo lógico sería que hubiera “fumata blanca” este verano y Antonio Cordón acabe llevándose el gato al agua y poniendo a la perla verdiblanca de nuevo en el centro del campo de Heliópolis.
A partir de ahí habrá que limar asperezas con una afición que, por una parte está deseando que vuelva por estos lares, y por otro lado, aún no termina de perdonar que se fuera de aquella manera, sin renovar y dejando menos millones de los esperados en las arcas del club por su jugador más prometedor en aquel entonces.
Pero ya sabemos cómo es esto del fútbol. Si consigue caer de pie en el Benito Villamarín a base de entrega, goles y asistencias, todo se habrá olvidado y tendrá a todo el mundo de su parte. Como ese hijo pródigo que se fue de casa tomando malas decisiones y con todo el dolor de sus padres, pero cuando decide y necesita volver, después de aguantar la charla pertinente, se abrazan y aquí no ha pasado nada.
Aún recuerdo muchas salidas del Betis especialmente dolorosas, como las de nuestro querido Ángel Cuéllar, la del mago de las botas blancas con destino a Barcelona, o la despedida de Ricardo Oliveira rumbo a Milán. Muchos de estos viajes tuvieron luego el mismo trayecto de vuelta, aunque no siempre con el mismo éxito.
Y es que ya sabemos eso que se dice… que segundas partes nunca fueron buenas. Y aunque en algún caso, no siempre ha sido así, puede decirse que son las menos y que son la excepción que confirma la regla. Esperemos que el caso de Ceballos sea de esas, una de esas excepciones con final feliz que acabará consiguiendo que la grada disfrute muchos años con el fútbol que aún le queda en sus botas, que estoy seguro que es mucho.
Solo tienen que dejar que lo demuestre, y aquí, cerca de su tierra, con Pellegrini a los mandos y un vestuario que seguro lo va a arropar, tiene todas las condiciones para conseguirlo.
Ceballos y el Betis, el Betis y Ceballos, padre e hijo que están condenados a perdonarse y entenderse. Más pronto que tarde. Que así sea.