Amigos béticos, lectores de Onda Bética y gente que haya llegado aquí por casualidad. El sábado el Real Betis Balompié se proclamó por tercera vez campeón de la Copa de SM el Rey, es decir, que fuimos campeones de España por tercera vez. Que bonito suena, pero aún más bonito fue vivirlo con los míos.
Llegué el viernes a Sevilla con la maleta cargada de ilusión, cansado del viaje tan largo y con los nervios previos a la gran cita Volví a hacer el ritual seguido en el derbi de Copa: el primer abrazo en Sevilla se lo di a mi amigo Dioni como aquel día para que al final el resultado fuera el mismo. Dejé la maleta y fuimos a cenar, ahí ya sentí que este viaje sería especial Mirar y tener enfrente a mi mejor amiga así como al resto de amigos que estaban en la cena mirándome con una sonrisa, estábamos felices, yo había vuelto de nuevo a casa. Creo que no hay mejor día en mi vida que el sábado. Pude conocer a muchísimas personas con las que intercambiaba mensajes en redes y por fin les puse cara en persona.
Conforme la mañana avanzaba la lluvia empezó a aparecer y lejos de ser un impedimento nosotros seguimos cantando y disfrutando. Pude saludar a mis compañeros de Los Comegambas y estuve con todo mi grupo de amigos hasta emprender en corteo el camino al Benito Villamarín. Una vez allí me senté en la fila con mis amigos de siempre, los que me hicieron conocer más el Betis a fondo y fueron mi primer contacto en Sevilla. Alrededor, el resto de mi grupo de amigos. Aguardábamos nerviosos el comiendo del partido. Empezaba a sentirse la final.
Con el gol de Borja se desató la locura y empecé a visualizar a Joaquín levantando la Copa, pero el gol de Hugo Duro nos devolvió a la realidad cuál jarro de agua fría. Tocaba sufrir. Tras 90 minutos sufriendo y otros 30 más por si eran pocos, tocaba la lotería de los penaltis: Tras besar la estampita de la Macarena que llevo en el móvil, yo fui de los que quiso mirar la tanda y cuando marcó Miranda miré a mi alrededor, ví a mi mejor amigo llorando en el suelo y sin pensarlo dos veces volé dos filas de asientos tirándome encima de él. Qué abrazo, qué momento. Cuando conseguí recuperar el equilibrio subí a abrazar a mi gente y para rematar miré al cielo, miré al cuarto anillo y comencé a llorar. Por fin la suerte nos había sonreído tras 17 años. El resto de la noche fue tradicional. Había que volver a Plaza Nueva y se volvió, y al día siguiente al Ayuntamiento y al Villamarín de nuevo a celebrar con los jugadores.
He vivido un momento mágico y una vez más me ha hecho sentir la gente en Sevilla como si estuviera en mi casa. Creo que independientemente de los títulos que vea a futuro del Betis, nunca ninguno será tan especial como éste por cómo ha sido, por quién estaba a mi lado y por el año tan malo en lo personal y en lo anímico que ha tenido que salvar el Betis. El sábado entre lágrimas no paraba de decirlo y quiero acabar con esta frase: » No tenía que ser el año pasado, tenía que ser la primera final con público, en Sevilla y con gol de un sevillano, y en mi peor año, una vez más infinitas gracias Betis’
