En la soledad de mi escritorio, en pleno periodo de exámenes, aprovecho un hueco para agradecerle a mi equipo todo lo que me ha dado este año.
Más allá de lo deportivo, los viajes, las vivencias y experiencias de todo tipo bajo el resguardo de una bufanda verdiblanca, está la experiencia personal qué empezó en el mes de agosto en el primer partido de liga y acabó llorando de emoción en Plaza Nueva. Aquellos recuerdos de la ESO en los que era despreciado por ser de un equipo de Segunda, el cuál su mayor rival era una y otra vez campeón en Europa, se fueron cuando Miranda metió el penalti. El triste recuerdo de vivir el ascenso solo, puesto que nadie entendía ni mucho menos compartía mi amor por ti, se transformó en un abrazo a muchos amigos que me has ido dando, y lágrimas de emoción de por fin verte en lo más alto.
Con los años lo empezaron a entender, les enseñé a quererte y en cierto modo lo conseguí, o lo conseguiste y todo cambió hasta el punto que estamos hoy, en el que formas parte del día a día y de los pensamientos, y en tu gente entendieron el por qué de mi felicidad. Quizás no ha sido mi mejor año en lo personal, ni en lo anímico pero sí en lo bético, que dado todo lo que me diste, es lo más importante de todo.
El año que viene llegado al punto universitario en el que estoy no podré ir todo lo que me gustaría pero seguro que volveré, volveremos a vernos y a disfrutar con los amigos de ti.
Aunque no haya sido en el Calderón, volvimos a ser campeones de España.
Te quiero, Betis.