El domingo se vivió en el Villamarín una noche mágica. Más de cuarenta y cinco mil almas vibraron con su equipo antes, durante y después del encuentro frente al Almería. La previa fue espectacular. A ritmo de saxofón y con la luz de los móviles el público cantó la versión verdiblanca del archifamoso tema de Bzrp y Quevedo. Quién no se sabe ya eso de “Otra vez, que la copa a casa vuelve…”. El partido fue divertido, emocionante y terminó con victoria por tres a uno de los chicos de Pellegrini. Y el post fue feliz para el aficionado bético por el regreso al cuarto puesto de la clasificación y viendo desde la grada al hijo de Juanmi haciendo lo que a su padre le sale tan bien. Fin de fiesta perfecto y a pensar en el Cádiz.
Sin embargo, en las redes sociales y en algunas zonas del estadio, se percibe cierto nerviosismo hacia dos jugadores: William José y Luiz Henrique. Incluso se ha escuchado ya algún que otro silbido. Es algo que nunca he entendido. Abuchear o increpar a los tuyos no debería ser una norma habitual. Sí, el hincha tiene libertad de expresión y derecho a amortizar su amor a unos colores como crea oportuno. Pero ¿qué beneficio se obtiene para el equipo esta clase de comportamientos? ¿No será mejor animar cuando las cosas no salen bien?
Además, hemos vivido situaciones con esta misma plantilla en las que el jugador le ha dado la vuelta a la tortilla. Y, sinceramente, ese cambio no creo que haya sido gracias a los pitos de la afición, comentarios abusivos escritos en Twitter o amenazas para que se marcharan del club. A algunos se les pidió hasta que se fueran gratis o que dejaran su puesto a otro. De los actuales futbolistas del Betis están los casos de Álex Moreno, Borja Iglesias, William Carvalho o Aitor Ruibal. A todos ellos se les juzgó antes de tiempo y se dudó de su profesionalidad o de su nivel. Ahora son valores muy sólidos de un conjunto que funciona como un reloj, entre otras cosas, por sus buenas prestaciones.
Luiz Enrique es muy joven y acaba de aterrizar en un país que no es el suyo. Normalmente, a los brasileños les cuesta adaptarse al ritmo de la competición española. Se juega con más intensidad, a otra velocidad y no conocen a sus compañeros ni a sus rivales. Tiene un gran potencial en la banda derecha, habilidad, zancada y una buena pegada con la pierna izquierda. Poco a poco lo veo mejor en los esfuerzos defensivos y todavía tiene que atreverse a encarar más al contrario. El tiempo dirá si Cordón acertó o no con el chaval, pero hay que darle partidos. No lleva ni quince encuentros con la camiseta de las trece barras y algunos ya le han puesto la cruz o dicen que no vale. Paciencia. A mí me gusta mucho.
El caso de William José es complicado. Pellegrini confía en él; por eso lo pone de titular en bastantes ocasiones y lo rota con Borja Iglesias en el puesto de delantero centro. Su temporada empezó rara, con el retraso en su inscripción. Eso conllevó a que su estado anímico no fuera el adecuado al inicio de las competiciones. No termina de crear oportunidades y es claramente suplente del Panda. El Tigre debe encontrar su lugar en la plantilla y cuando aparezca en el campo entregarse al máximo. Los goles llegarán, pero tiene que entender a sus compañeros. Creo que a Borja le ocurrió algo parecido en su primer año. No solo no marcaba, es que no tenía ocasiones. WJ debe dar un paso adelante para volver a ser el que vimos en las primeras temporadas en la Real Sociedad o en los primeros partidos con el Betis.
Pese a todo esto, el aficionado verdiblanco no debe silbarles en el campo. Tampoco creo que sea positivo hablar mal de ellos en Internet. Luiz Henrique es bastante activo en redes sociales y seguro que lee parte de los comentarios que hablan de él. No por ser jugadores de fútbol dejan de sentir y padecer. Y ahora que todo está siendo tan bonito y nos encanta que llegue el día y la hora en la que juega el Betis, no lo estropeemos. Pensemos en qué es lo mejor para los jugadores. Por lo menos, seamos pacientes. Son dos de los nuestros.