El título de mi artículo de este mes no podía referirse a otra cosa que a ese sabor de boca que siempre dejan en la ciudad los derbis sevillanos. Hay muchos derbis en España y en el mundo, pero pocos como el nuestro en lo que se refiere a intensidad y pasión, para lo bueno, y para lo malo.
Desde las semanas previas en las que poco a poco todo empieza a pasar a un segundo plano y ya solo se piensa en el día señalado en el calendario, pasando por el ambiente espeso que casi se puede cortar con cuchillo el día de partido, hasta los días posteriores con esta “resaca futbolera” que siempre trae cola llenando los bares, las clases y las oficinas y que seguramente nunca llegarán a entender en su totalidad en el resto del país.
Y este primer Gran Derbi que hemos disfrutado en la temporada no ha dejado seguramente a nadie contento, ni a nuestro amado Real Betis, por lo que pudo haber sido y nos encargamos nosotros mismos de tirar por la borda (algo habitual por otra parte) ni al equipo de la acera de enfrente, que se vio incapaz de superar a un equipo con 9 y que lo condena a seguir en los puestos bajos de la tabla. Todo esto aderezado por el señor trencilla, que también pareció salir algo estresado y tuvo la mano demasiado fácil con las tarjetas con nuestro equipo, algo por otra parte demasiado habitual esta temporada y que habría que analizar a fondo. Para guinda y colofón, una salida de tono del director deportivo del rival tras el pitido final y y una rueda de prensa magistral de nuestro líder, Don Manuel Pellegrini.
Todavía resuenan los ecos en el Benito Villamarín y aunque el Valencia nos espera a la vuelta de la esquina, no es fácil digerir y olvidar lo vivido este domingo pasado. Toca ir a por los tres puntos en Mestalla y disfrutar de un Mundial que nos privará un par de meses de ver las 13 barras pasearse por los campos de España. Esperemos que para entonces la resaca ya esté superada.