Quiero dedicar mi última firma de la temporada a Juan Miranda, creo que es de justicia escribir estas líneas que no son más que un humilde homenaje al niño de Olivares.
En estos tiempos donde tanto se critica la deshumanización del fútbol, la deriva mercenaria de los jugadores y su falta de apego con los clubs que menos que agradecer a Juan Miranda su compromiso con el Real Betis Balompié. Un chico que se ha hecho hombre defendiendo el escudo de las trece barras, porque su amor por los colores es incontestable pero lo más importante de Juan Miranda no es que quiera al Betis, lo más importante es que a Juan Miranda le duele el Betis como a un bético de a pie cualquiera. Cuando juega su corazón no bombea sangre, por sus venas corre el más puro sentimiento verdiblanco.
Que injusto y doloroso es leer o escuchar algunas críticas a un jugador que lleva puesta la camisola bética las 24 horas del día, un tipo que lo da todo por el Betis desde la humildad y el trabajo, un chaval que hizo todo lo posible por regresar al club de sus amores.
Juan Miranda ha tenido una trayectoria ascendente, deseado por los grandes desde que era un niño y que incluso tuvo que marchar al extranjero para seguir creciendo como futbolista para acabar asentándose en la élite de la primera división.
Quedan pocos jugadores en España que defiendan a su equipo con las piernas y con su corazón, tenerlo con nosotros es un orgullo y un honor. Puede que los haya más rápidos, puede que los haya más técnicos pero lo que es seguro es que no los hay con un mayor compromiso que él en todo el vestuario del Real Betis Balompié.
Juan Miranda no es ese que lanzó el último penalti de la final de copa, Juan Miranda son las lágrimas que derramaron sus ojos tumbado en el césped, las mismas lágrimas que miles y miles de béticos derramaron en aquel instante, lágrimas de felicidad pero también del sufrimiento pasado.
Gracias Juan, a eso he venido, gracias por tu compromiso, por tu pundonor, gracias por amar al Betis dando hasta el último aliento en cada partido. Él no se acerca a la grada a celebrar, él es parte de la grada, una extensión hasta el césped de ese sentimiento, de esa religión llamada Real Betis Balompié.