Esas 2 palabras, Joaquín y arte deberían ir siempre unidas, porque no se entiende a Joaquín sin esa forma de ser tan cercana, tan amable, tan andaluza, tan gaditana y tan bética. En su vida diaria y en el terreno de juego. Arte puro.
Un jugador único e irrepetible nuestro eterno capitán Joaquín Sánchez. Un personaje como no hay dos en el mundo del fútbol y que nos ha regalado grandes momentos de gloria. Y no solo a nosotros, sino a toda la afición futbolística de España y parte del extranjero, porque en los equipos en los que ha estado ha dejado huella, tanto por sus incursiones por la banda como por su espontaneidad delante de las cámaras.
No creo que se repita un jugador con su carisma y personalidad. Dejando a un lado ese carácter alegre y risueño que siempre le acompaña, creo que muy pocos, incluyendo a un servidor, habríamos apostado a que la carrera del eterno 17 iba a ser tan dilatada y en una liga tan competitiva como la española y mostrando un nivel más que aceptable hasta el último momento.
Lo fácil habría sido irse al extranjero, a ganar petrodólares árabes o a vivir la vida en Miami en una liga menor. Pero optó por el camino de cuidarse, de entrenar, de aportar al vestuario bético le tocase el rol que le tocase y seguir haciendo Betis allá donde fuera. Y seguro que lo seguirá haciendo cuando acabe esta brillante etapa como jugador. Porque el matrimonio entre Joaquín y el Betis, entre el Betis y Joaquín es un amor sin fecha de caducidad.
Yo lo tengo claro, si tuviera que elegir que jugador me habría gustado ser, sin duda alguna, sería Joaquín.