Hace poco menos de un año y coincidiendo en el tiempo con un polémico enfrentamiento ante el Espanyol en el RCDE Stadium correspondiente a la decimoséptima jornada de liga la temporada pasada, conocíamos la dimisión del presidente Ángel Haro como miembro de la junta directiva de la Real Federación Española de Fútbol, puesto que ocupaba desde diciembre de 2018. El principal motivo que alegó para dar este paso fue que «no quería robarle minutos al Betis, si no era en pro y en beneficio del club» pero lo cierto es que el descontento que existía por aquel entonces con el organismo rector del fútbol en nuestro país era importante debido a una serie de actuaciones arbitrales en las que el club se vio seriamente perjudicado y el presidente decidió tomar cartas en el asunto con una decisión que, como hemos podido comprobar con el paso del tiempo, lejos de resolver el problema, ha podido resultar hasta contraproducente.
Puede que no sea plato de buen gusto y se convierta en algo tedioso el hecho de acudir cada cierto tiempo a asambleas y reuniones en Las Rozas, más aún si este mundo del fútbol no te apasiona, pero nada mejor que estar presente en ese círculo para resolver cuestiones que atañen a asuntos relacionados con el club al que representas.
Lo que anteriormente fue una relación cordial, e incluso fluida a raíz de la elección del estadio Benito Villamarín para albergar un partido oficial de la Selección española ante Inglaterra correspondiente a la UEFA Nations League, además de la designación como sede de la final de la Copa del Rey la temporada 2018/2019, se tornó en distanciamiento como consecuencia de una serie de declaraciones y actos que no sentaron nada bien en la RFEF. Posteriormente, el vicepresidente José Miguel López Catalán echó más leña al fuego apuntando directamente a Luis Rubiales tras otra actuación arbitral nefasta, esta vez en Getafe. Es de primero de dirigente futbolístico el no señalar con el dedo públicamente a un alto cargo de un organismo federativo y el Betis volvió a pagar la novatada con creces. Este tipo de manifestaciones suelen quedar genial de cara al aficionado pero a su vez suponen en golpe muy bajo en el seno de las instituciones a las que van dirigidas.
A la vista está y hemos podido comprobar con el paso de los meses y de los partidos como estas decisiones y declaraciones, en lugar de surtir efecto, han contribuido a avivar más la llama de la confrontación entre club y federación. Los actuales dirigentes del Betis pecaron de inexperiencia a la hora de afrontar una situación delicada que se debe resolver de forma confidencial, sin hacer excesivo ruido y tocando las puertas indicadas. El fútbol es muy complejo, con todo un mundo subterráneo donde hay que saber moverse a la perfección. Lo que quizás no sabía el presidente del Betis es que ese tiempo que le “robaba” al club formando parte de esta junta directiva, probablemente fuese más beneficioso para los intereses del propio Betis que algunas jornadas interminables en las oficinas de Heliópolis. El Betis como institución merece un respeto que no tiene actualmente por parte de todos los estamentos, pero ese respeto hay que ganárselo también y no solo en el terreno de juego, también en los despachos. Ojalá no sea tarde para reconducir unas relaciones que iban por buen camino pero que han sufrido un deterioro importante en los últimos tiempos. Desde el club y salvo la valoración puntual de algunos futbolistas, nadie se ha pronunciado públicamente tras el partido ante la Real Sociedad y esa quizás sea la mejor noticia posible en estos momentos. Este tipo de cuestiones, siempre se intentan solucionar en privado. Por el bien del Betis, esperemos que por fin hayan aprendido la lección