Sabíamos que esta iba a ser una liga rara. Desde que el pasado mes de marzo se paralizara la competición, en el horizonte del fútbol mundial se empezaban a vislumbrar nubarrones negros. A un final de liga inusual le sucedió una Champions insólita y a esta una pretemporada sin precedentes que dio lugar a esta competición que andamos viviendo ahora: una liga sin apenas fichajes, con los clubes muy mermados económicamente y con muchas dudas en casi todos los equipos pero, por consiguiente, con mucha igualdad.
Por una parte fomentado por la diferencia en el número de partidos entre los equipos que han jugado torneos oficiales hasta agosto y el resto, estas primeras semanas de competición están dejando tras de sí una liga sin dominadores claros, con un líder diferente por jornada y la certeza de que equipo que se ponga las pilas, equipo que va a estar en lo más alto, sea quien sea.
Ahí es donde entran equipos como el Betis –sin desmerecer a otros aspirantes pujantes como la Real, el Granada o incluso el Cádiz-, que tienen ante sí una oportunidad única para ocupar el hueco que pueden dejar equipos con aspiraciones europeas pero que, a día de hoy, siembran más dudas que certezas. Aunque sigan siendo equipos competitivos y con calidad, capaces de ganar a cualquiera, el Betis nunca se va a encontrar unos rivales directos tan debilitados como los esta temporada. Si este no es el año, nunca lo será.
En esta liga del desconcierto y la ausencia de cambios reseñables con respecto a la anterior, veo regular al Athletic, mal al Celta y rematadamente mal al Valencia, equipos los cuales están llamados a estar arriba. Detecto muchas dudas y otras tantas inseguridades en Madrid, Barça y Atlético. Si esto fuera un videojuego de fútbol que simula los partidos cogiendo como referencia la calidad teórica de las plantillas, a final de temporada estos tres ocuparían, un año más, las tres primeras posiciones de la tabla. Pero en la vida real y con muchas más variables en juego, no me extrañaría que alguno de los tres, visto lo visto, se cayera de la pelea.
Tampoco veo, a día de hoy, del todo fuerte al Sevilla, que sufrió de lo lindo para ganar a Levante y Cádiz y lleva tres partidos sin ganar, aunque los de Lopetegui han demostrado en más de una ocasión que son un equipo fiable y que pelearán por lo más alto seguro.
El problema es que en esta liga de las dudas, el Betis es el rey de la incertidumbre. Castigado de forma desmedida por el estamento arbitral, sí, pero a la vez sin dejar de mostrar una debilidad defensiva insólita en un equipo que quiere luchar por Europa –lo de Getafe fue buena muestra de ello, algo que no debe volver a pasar-. Si Pellegrini y los suyos consiguen mejorar esa faceta, tener más regularidad y si los de arriban se empiezan a enchufar, el contexto y las circunstancias son ideales para hacer una buena temporada. Si, por el contrario, acaba desembocando en un nuevo fracaso, se habría tirado a la basura una oportunidad de las que se presentan una sola vez en la vida.