El pasado lunes, pudimos experimentar durante los primeros 45 minutos una sensación a la que tristemente estábamos acostumbrados en las últimas temporadas. Nos visitaba un Alavés que contaba sus partidos más recientes por derrotas y que llegaba al Benito Villamarín en puestos de descenso.
A priori, partido propicio para mantener la buena racha que llevaba el Betis hasta ese momento y que comenzó a torcerse muy pronto tras un error de colocación en la barrera que aprovechó Joselu para hacer el primer gol del partido, a lo que se sumó minutos después un inoportuno resbalón de Miranda que dejaba en bandeja el tanto al ex bético Edgar Méndez.
0-2 al descanso. Dos jugadas desgraciadas nos hacían recordar fantasmas del pasado que parecían haber quedado en el olvido. Frases como “cuando mejor lo tiene el equipo no lo aprovecha” o “si es que siempre nos pasa lo mismo en los momentos clave” fueron las más repetidas en muchos hogares béticos cuando el árbitro decretó el final del primer tiempo.
Y es que, aunque los de Pellegrini lo intentaron sin acierto de cara a portería, pocos podíamos prever un desenlace como el que tuvo el partido. El técnico chileno activó al equipo con los cambios y una gran parada de Joel a Pellistri fue el preludio de una remontada bética en menos de 30 minutos en los que el Betis se repuso con creces a ese marcador adverso con el que se llegó al descanso. Penalti transformado por un Borja Iglesias que irradia confianza, bellísimo gol de cabeza de un incombustible Joaquín y testarazo inapelable en carrera del Panda para culminar dicha remontada con un doblete. Cuarta victoria consecutiva, consolidando la sexta plaza de la clasificación liguera.
Este Betis no baja los brazos, no se rinde, cree que es posible hasta el final del partido. Da igual las circunstancias adversas que se presenten, el equipo da la cara y tanto los que salen de inicio como a los que les toca esperar su turno desde la grada o incluso a los que se recuperan de una lesión, ponen todo de su parte para sacar los partidos adelante.
El equipo no se ha caído tras la cruel eliminación en cuartos de final de Copa o esa derrota en los minutos finales ante el Barcelona en liga, algo que sí ocurría con anterioridad. Esta plantilla, junto al cuerpo técnico y a la dirección deportiva, han conformado un grupo de trabajo sólido, estable, capaz de solventar cualquier contratiempo para no desviarse de la senda correcta.
Un Betis que representa a sus aficionados, porque muestra ese carácter competitivo sobre el césped tan necesario para lograr un gran número de victorias y aspirar a cotas altas en todas las competiciones que dispute, como viene ocurriendo en los últimos meses.
Los futbolistas creen en el mensaje de un técnico al que no le va a poder la presión ni tampoco va a lanzar las campanas al vuelo antes de tiempo en ningún momento, por el bagaje que tiene a sus espaldas. Manuel Pellegrini es el líder de un vestuario que no ve más allá del siguiente partido. Y el próximo será en el Ramón Sánchez-Pizjuán, frente a un eterno rival que no pasa por su mejor momento en cuanto a resultados y que tiene la obligación de defender una cuarta posición que le corresponde por presupuesto.
La experiencia te dice que los derbis siempre son impredecibles, independientemente de las circunstancias por las que esté atravesando cada equipo. Puede pasar cualquier cosa pero de lo que sí podemos estar seguros los aficionados béticos es que los de verdiblanco lo van a dar todo por lograr un buen resultado. Hasta el pitido final. A por todas, Betis.
