Sevilla es la ciudad de las dualidades y de eso se ha escrito muchísimo, la ciudad donde no se puede ser ambiguo, o se es de una cosa o de otra, aquí no existe el término medio. No te puedes declarar neutral, en gustos cofrades o eres de la Macarena o de la Esperanza de Triana, en su tiempo con los toreros o eras de Belmonte o eras de Joselito el Gallo y hasta para los serranitos somos duales o te gusta con tortilla o sin tortilla pero si hay una dicotomía en Sevilla por antonomasia es la del fútbol, en esta bendita ciudad o eres bético o eres sevillista, no cabe otra opción.
Aquí si ves a alguien con una camiseta del Real Madrid o del F.C. Barcelona ya sabes que es de fuera o un cateto, se le mira hasta con cierto desprecio y se hace sorna sobre tal atrevimiento, hablando en plata es que te toman por carajote del tirón.
Lo curioso de esta dualidad futbolística es que no hace falta que te guste el fútbol para ser de un equipo u otro, es un veneno que te meten desde pequeñito, una droga que te inoculan desde los primeros días de vida. Si dentro de la familia hay miembros de los dos equipos se produce una especie de lucha para llevarse a su redil el tierno borreguito que sin apenas tener raciocinio comienza a escuchar eso de “Sevilla caca” o “Betis caca”, se le enfunda la camiseta con el escudo cuando todavía se usan patucos y cuando no llegas a los cinco años tu devoción por uno de los clubes queda ya marcada a fuego para el resto de tu vida.
Al igual que existe la conciencia de clase aquí tenemos nuestra conciencia de equipo y con ella se vive y se sobrevive pues para eso se inventó la guasa gorda, para dar y para recibir, aceptándolo con resignación porque la felicidad va por barrios y uno no sabe cuando le va a tocar aguantar estoicamente la puya del vecino.
Yo quiero una “hartá” a mis amigos o familiares sevillistas, son mis palanganas y los quiero, con los que me tomo las cañas de Cruzcampo dándonos con guasa hasta en el cielo de la boca, esto es Sevilla y es así aunque haya gente que no quiera entenderlo y lo lleve al terreno de la violencia, porque en esta vida siempre habrá carajotes en los dos bandos aunque sean los menos.
Palanganas, verdolagas, cerdillistas, criaturitas… Le pueden poner el adjetivo que quieran pero esta dualidad sevillana es lo más grande que hay y los que nos diferencia de cualquier otra ciudad española. Lo mejor de las dicotomías es que son dos partes separadas pero que se complementan y es que ni el Betis ni el Sevilla serían lo mismo si uno de los dos no existiera.
Así que señores y señoras viva la madre que nos parió y la pasión que nos inculcó.