Apenas hace unos días que terminó el período de fichajes. Se cerraron a cal y canto las puertas del mercado, al menos en lo que a entradas se refiere, y este espectáculo ya no vuelve hasta enero. Es una aventura complicada en la que debes hacer valer el trabajo que se ha estado realizando durante el año, manejar alternativas, mantener abiertas distintas negociaciones y, como consecuencia lógica, no solo sumar jugadores a la causa Betis, sino reforzar al equipo y hacerlo mejor. Si además de eso puedes ilusionar a un aficionado ávido de alegrías y siempre abrazado a la esperanza como el bético, mejor.
Son muchas las cosas que se han dicho en este tiempo de Antonio Cordón. Se ha hablado de su peso, de supuestos desencuentros con Pellegrini, se ha evaluado su trabajo antes y después de concluir… Lo normal, aunque nos parezca extraordinario. Lo hemos vivido así siempre. Al final, el profesional tiene que ser impermeable a todo esto y hablar con su trabajo, que es el único que contará verdades tanto a priori como a posteriori según rendimientos.
Lo que no se puede, en opinión de un humilde servidor, es valorar sin contexto. Sin contexto podemos pedirle a cualquier piloto que gane una carrera, pero no será lo mismo darle un Fórmula 1 que un carro tirado por bueyes. Sin contexto, el director deportivo del Real Betis Balompié debe tener la plantilla cerrada, o al menos con los mimbres necesarios para competir, antes de empezar la liga. Si puede ser, que hagan buena parte de la pretemporada para adaptarse a los que pide el técnico. Como prioridad, que sean jugadores revalorizables que en un futuro generen plusvalías para que el club pueda seguir creciendo ─aunque luego no queremos desprendernos de jugadores importantes porque no nos fiamos de los sustitutos, aunque eso es otro tema─.
Y el argumento para pedir todo esto es su sueldo. Igual que con el dinero que cobra Borja Iglesias tiene la obligación de meter goles y con lo que cobra Guido Rodríguez debe matarse en el campo por robar balones. Y ojo, que está bien exigírselo. Hay que pedirlo porque son profesionales y queremos lo mejor para nuestro equipo, pero es incoherente analizar el trabajo sin ese contexto del que hablamos. Si el Betis no surte al nueve de balones, será imposible que meta muchos goles; si hace una presión desorganizada, Guido recuperará menos balones; y si por mucho que negocies no puedes cerrar un futbolista porque no tienes sitio en un plantel superpoblado, da igual que cobres un millón o cinco, no vas a poder hacerlo como quieres porque no depende de ti. Hay una persona que ha firmado un contrato y los firmantes tienen su derecho de cumplirlo y la obligación de acatarlo salvo que alcances un acuerdo, pero ese acuerdo no se puede alcanzar de forma unilateral, así que analizar el trabajo sin tener en cuenta lo condicionado que está por este tema, es pernicioso. Porque tu trabajo es buscarles acomodo, pero marcharse es decisión es del futbolista.
Y como una estructura de piezas de dominó, esa superpoblación afecta también al límite salarial y las incorporaciones. Al mismo tiempo, jugar tres competiciones con una plantilla que casi no puedes modificar tanto como quisieras influye en tus decisiones. He oído y leído a muchos aficionados hablar de jugadores jóvenes con talento que se revaloricen. Esas son las aguas en las que queremos ver nadar a Antonio Cordón, estoy de acuerdo. Sin embargo, sabiendo que no vas a poder hacer más de cinco-seis incorporaciones por lo ya comentado y que además deben ser titulares, ¿vas a dar el peso y la responsabilidad a chavales sin la experiencia de haberlas asumido antes? La respuesta es no. Buscas un bagaje. Un rendimiento anterior. Un jugador acostumbrado a competir y a tener el barro competitivo hasta las rodillas. A soportar la presión. Buscas a Willian José, Pezzela o Bellerín, con años de competición a sus espaldas. Con carácter para sobreponerse a los palos que caerán ─siempre caen─ durante la temporada.
¿Y de dónde viene esta situación? En mi opinión, el Real Betis Balompié viene de unos años en los que ha vivido por encima de sus posibilidades. Hay pocos equipos, menos aún si no son asiduos en competición europea, que puedan realizar grandes inversiones en fichajes. La liga no es la Premier. El cuadro verdiblanco es un club mediano en este sentido. En los últimos años, apoyados por ventas importantes (Fabián, Lo Celso…) ha acometido fichajes de renombre que requerían de una fuerte inversión ─seis de los diez fichajes más caros de la historia del club se hicieron en los tres años previos a la llegada del tándem Cordón-Pellegrini─. Y esto está muy bien, «el dinero en el campo» que dirían algunos con razón. El problema es cuando te pasas, porque toda inversión es un riesgo. Pones toda la carne en el asador para hacer un buen conjunto y ser un habitual en Europa, pero toda inversión conlleva riesgo. El riesgo de no conseguirlo y que eso suponga una pérdida de ingresos, una devaluación de jugadores y, en consecuencia, mayor dificultad la salida de los mismos, intensificada por la mala situación económica general del fútbol.
En definitiva, el trabajo de la secretaría técnica o del director deportivo puede ser mejor o peor según los ojos que lo miren, pero incluso las estadísticas son interpretables y no verdades absolutas. Analizar un trabajo sin tener en cuenta las condiciones en las que se da es incongruente y ofrece resultados partidistas.
Este texto no es una justificación al trabajo que pueda hacer o no hacer Antonio Cordón. Ese trabajo hablará por sí mismo, para bien o para mal, a lo largo de la temporada. Es un texto de comprensión. De evaluación. Porque a mí también me hubiese gustado otro central. Puede que un tercer delantero rápido para ofrecer una alternativa cuando el guion lo requiera. Y me hubiese gustado dar salidas a jugadores que tienen contrato y no han querido. Fichar un organizador que equilibre y haga de pareja de Guido para liberar a Sergio Canales y que este juegue donde es más decisivo. Traer jugadores jóvenes y venderlos por muchos millones en uno o dos años. Cumplir todas las peticiones y exigencias de Manuel Pellegrini. Es solo que a veces las cosas no son tan sencillas como decirlas y hacerlas, y la mayoría de las veces hay que echar un vistazo al fondo del estanque para entender porque el agua tiene un color determinado.