Querido lector, siéntese que va a empezar el partido que te enfada con tu primo, que hace llorar a tu padre, que saca la sonrisa al vecino y que de pequeño soñabas jugar.
Vivo a muchos kilómetros de Sevilla, ni yo siendo bético puedo llegar a comprender del todo lo que se vive en esta bendita ciudad cuando sus dos titanes se citan en un campo de fútbol. Seguramente esta tarde yo tendría que ser una de las sesenta mil almas que llenase el Benito Villamarín, mi galería tendría que estar colmada de videos del bengaleo y mi corazón feliz de alcanzar mi mayor felicidad como bético independientemente del resultado del partido. Pero no pensemos en eso, pensemos en que esta semana, con las primeras vacunas, se ha dado el primer paso para la vuelta a nuestra casa.
Tu que me lees entiendes lo que estoy diciendo mejor que nadie. Hoy sería el día en que desayunarías con los amigos, no comerías de los nervios y la cena se hace solo si el Betis quiere. «No son 3 sólo puntos» es la frase más repetida estos días en los comentarios de ambas aficiones. Todos sabemos que aunque el martes jugase el Betis (que mejor que no lo hubiese hecho) desde el día del Cádiz estábamos en modo derbi. Ese que se activa dos veces al año y convierte ese pique bonito y sano en un veneno verdiblanco de «odio » contra todo lo que tiene que ver con el eterno rival.
Este derbi es el mejor de España, por lo tanto hay que cuidarlo, empezando por ambos clubes. Desde aquí pido al señor Haro y al señor Pepe Castro que ya que este año no hay público revisen la vergüenza del número de entradas visitantes que se reparten en los últimos años.
No se que hará el Betis esta tarde, ni que versión veré de mi equipo, solo pido que la sientan, que la suden y la defiendan como si de nosotros dependiese.
Y si fallan las fuerzas mírense el escudo, no hay nada más bonito en el mundo