El martes, con la derrota en Valencia, el Betis puso fin a un 2020 que comenzó con un empate en Vitoria, en un partido correspondiente a la decimonovena jornada del pasado curso en liga. El balance ha sido de 12 victorias, 8 empates y 19 derrotas en un total de 39 partidos, con 49 goles a favor y 62 en contra.
La 19/20 a estas alturas tenía difícil solución, no así la temporada actual, en la que todavía están a tiempo en el club de tocar las teclas indicadas para que tenga un desenlace diferente (mejor evidentemente, aunque con este equipo siempre conviene especificarlo). Y el listón no es que esté precisamente alto.
Centrándonos en la 20/21, son 30 los goles encajados en 16 jornadas de liga, encadenando porterías a cero con goleadas sonrojantes. El Betis de Manuel Pellegrini está demostrando ser una montaña rusa de resultados y de juego, que tienen al equipo en estos momentos más cerca de los puestos de descenso que de los que conceden un billete europeo.
El entrenador chileno parecía haber encontrado la fórmula de parar la sangría de goles recibidos en épocas anteriores, principal lastre del equipo, con una intensa presión tras pérdida y una mejor distribución en el terreno de juego, algo que pudimos comprobar tanto en pretemporada como al comienzo de la competición con dos porterías a cero. A partir de entonces, de vuelta a las andadas, siendo hasta el momento, el equipo más goleado de la categoría.
Ya habrá tiempo de rendir cuentas por los errores que se han cometido en una planificación que ha dejado bastante que desear pero ahora lo que toca es remangarse e intentar, con lo que hay, salir adelante hasta final de temporada, ya que no se esperan movimientos en plantilla en lo que a llegadas se refiere.
Cambios de sistema, estar más encima del futbolista para evitar fallos de concentración, tirar de la cantera… Lo que sea necesario para revertir esta peligrosa situación. La temporada pasada ya jugamos con fuego y este club históricamente siempre ha tenido que acabar quemándose para ser verdaderamente consciente de la tendencia negativa del equipo en ese momento. Tiempo más que suficiente para haber aprendido la lección. El único que hasta el momento ha demostrado estar a la altura del escudo que lleva en el pecho es un Sergio Canales al que muchos en ese vestuario tendrían que tener como ejemplo y no a otros más graciosos.
En fin, son muchas las decepciones que lleva el bético acumuladas en la mochila y pocas las alegrías deportivas que recordar, pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y la esperanza se viste de verde.
Ojalá este 2021 que comienza en pocas horas traiga consigo, además del regreso a las gradas del Benito Villamarín como señal de que vamos dejando atrás a esta maldita pandemia, un punto de inflexión en la dinámica del equipo. Salud y Betis.
