Un delantero que en las últimas tres temporadas (sin contar la actual campaña como jugador del Real Betis) ha anotado 80 goles, no puede ser malo. Cuando hablamos de Borja Iglesias, no hablamos de un one-season wonder, una de esas “estrellas fugaces” que, de la noche a la mañana, parecen haber nacido para dominar el fútbol pero cuyo rendimiento se diluye con el discurrir de una temporada. De igual manera que, a la hora de referirnos al Panda, tampoco podemos analizar la carrera de un futbolista o su rendimiento en un club determinado con el calificativo, vacío de todo análisis y reflexión, de “malo”. El problema reside en la acusada tendencia que el aficionado (o fanático) de un equipo exhibe a la hora de comparar calidad con estados de forma. Aficionados y prensa, claro.
Como escribe el periodista y ex atleta español Martí Perarnau, en su libro Pep Guardiola. La metamorfosis, “el estado de forma de un futbolista es multifactorial: fatiga física, fatiga cognitiva, autoconfianza, modelo de juego, entorno familiar, problemas personales, interracionales propias del juego o simples aspectos circunstanciales de la competición. Nadie logra estar en plena forma todos los días de su carrera deportiva. Hay muchos factores que intervienen en el rendimiento del deportista y resulta imposible descifrar cómo interviene cada uno de ellos tanto en los momento óptimos como en los menos buenos”.
El estado de forma por el que pasa el ‘9’ del Real Betis es un enigma que acerca cada vez más el insuficiente en la evaluación final del punta tras su primera temporada en Heliópolis. Pero, tras perforar en 34 ocasiones las porterías del Grupo I de Segunda División B, llevar al Real Zaragoza a disputar la promoción de ascenso a Primera División con 23 dianas y que los aficionados del Espanyol celebren hasta 17 tantos del ariete gallego en su redebut en LaLiga Santander (más otros seis repartidos entre Copa del Rey y fases de clasificación europea), los béticos se preguntan, ¿qué le pasa a Borja Iglesias?
Poco (o nada) se le puede reprochar al beticismo. Sin haberse siquiera enfundado la camiseta de las trece barras, el Panda ya era un ídolo de masas al final de la Palmera. Las expectativas estaban muy altas. Unas expectativas acordes a las de un jugador que anotando más del 35% de los goles de su (entonces) equipo, el RCD Espanyol, lo acababa de clasificar para la Europa League. Goles que fueron virtud pero se han convertido en defecto. Como el niño que el Día de Reyes, esperando encontrarse bajo el árbol la última consola del mercado, desenvuelve una pareja de calcetines, el Borja Iglesias que llegó a Heliópolis no era el deseado. Es el problema de las expectativas. Pero no solo el Real Betis había depositando grandes esperanzas en el ‘9’ espanyolista –por quien, tras unas arduas e interminables negociaciones, terminaron desembolsando 28 millones de euros–, sino que el entonces seleccionador español Robert Moreno había incluido al canterano celtiña en una prelista de 52 jugadores de cara a la futura convocatoria de la Selección Española.
Quizás, y solo quizás, la lesión sufrida por Borja Iglesias en su debut con el cuadro bético hacía presagiar el devenir de una temporada aciaga para el ariete verdiblanco. En ocasiones, tener todo de cara es más una dificultad que una ventaja. La lesión le alejó bien pronto de La Roja y los 28 ‘kilos’ son una losa (cada vez más grande y cada vez más pesada) que arrastra desde entonces. Pero hablamos de deportistas profesionales y “empresas” futbolísticas. Aunque, en realidad, se le podrían quitar las comillas a los equipos de fútbol. El rendimiento, por cuestión de necesidad tanto futbolística como financiera, tiene que ser inmediato. A día de hoy, los clubes necesitan máquinas, no personas.
Es por eso que se nos llena la boca hablando del que pudo venir y no vino. Ese que siempre será mejor que aquel que sí llegó. Pongamos como ejemplo a Raúl de Tomás. RDT, uno de los delanteros que barajó la entidad heliopolitana ante las dificultades encontradas para acometer la incorporación del Panda, terminó recalando en el Benfica portugués. Y los 20 millones de euros que pagaron las Águilas al Real Madrid por él tampoco son moco de pavo. Casualidades del destino (o no), meses después el delantero madrileño recalaba en el Espanyol durante el mercado de invierno y veía portería en sus cuatro primeros partidos como jugador perico.
Las comparaciones son odiosas, pero el ex del Rayo Vallecano, que en la temporada 2018/2019 anotó 14 goles con la franja roja, marcó la friolera de cero goles en su paso por la Liga NOS, tres en los 17 partidos que jugó con el Benfica. Si jugamos al fútbol ficción, lo de Raúl de Tomás como delantero verdiblanco podría haber sido llegar y besar el santo. Las mismas posibilidades que de ser la decepción que es, hasta ahora, la incorporación de Borja Iglesias. Y es que, en los estados de forma, todo influye.
En el caso del actual ‘9’ bético, el club (un equipo con objetivos europeos), los compañeros (una plantilla de jugadores contrastados), el entrenador (Rubi, su entrenador en la ciudad condal) o la ciudad (la capital de Andalucía). Todo influye incluso, como se decía anteriormente, teniendo todo de cara. Pero la memoria tan cortoplacista, y a veces convenida, que demuestra tener el aficionado (o fanático) de un equipo, juega un papel fundamental. ¿Sería entonces ventajista recordar que dos temporadas después de la 2016/2017 el Celta de Vigo B tuvo que disputar la promoción de permanencia, que el Real Zaragoza pasó de la 3ª posición (con Borja Iglesias en sus filas) a la 15ª en la 2018/2019 o que los tres entrenadores que han pasado ya por el banquillo del club perico no han conseguido sacar al cuadro blanquiazul de la última posición de la tabla clasificatoria?
El bético, al igual que le ocurrirá a muchos aficionados al fútbol, evalúa por sensaciones. Nos ciega la ilusión. Pero nos ciega tanto en lo bueno como en lo malo. Nos ciega tanto a la hora maldecir al seleccionador español que no le da una oportunidad a Sergio León tras anotar las importantes 11 dianas que terminarán por clasificar al Real Betis para la Europa League, como para defenestrar al delantero cordobés por no ver portería en 16 partidos de campeonato liguero. Nos ciega tanto para afirmar que Antonio Sanabria es el delantero verdiblanco del futuro por haber anotado siete goles en siete partidos, como para tildar al internacional paraguayo de “pecho frío” por jugar el resto de la temporada sin la intensidad que exige la camiseta de las trece barras tras perderse 18 jornadas por lesión. Simplemente, las ganas de que todo salga bien, nos ciegan. Y sino, que se lo digan a Loren Morón. El delantero marbellí ha pasado de héroe en la 2017/2018 a villano el curso pasado…y de nuevo a convertirse en ídolo de la afición esta campaña.
La magia, en el fútbol, más allá de un selecto grupo de elegidos que nacieron con ella en los pies, no existe. ¿Cómo puede ser entonces que aquel jugador que apenas consiguió meter ocho goles en 45 partidos sea a día de hoy un motivo de enfado para el aficionado bético cada vez que no lo ve como titular en el once? El estado de forma, ¿no?. Loren, que hace meses “no valía” y parecía tener la cabeza en otra parte, ha prolongado su vinculación con el Real Betis hasta 2024. Y pocas críticas se han visto durante los últimos días por su renovación. Al fin y al cabo, en un club en el que hubo críticas en su momento hasta para dos leyendas del beticismo como Rubén Castro y Joaquín Sánchez, todo el mundo puede y va a estar en la picota. “Van pasando los años, jugadores también presidentes”, pero lo único que no cambia es que los ‘locos de la cabeza’ seguirán presentes.
Ni sus numerosos tweets ni su implicación en diversas causas sociales pueden justificar el rendimiento deportivo de Borja Iglesias como jugador del Real Betis, más allá de que el aficionado tenga presente el compromiso de este deportista con la sociedad mientras otros compañeros de profesión, igual de ejemplos a seguir para muchos niños, dediquen su tiempo a innovar en peinados. Con 10 partidos de liga por disputarse, difícilmente la nota final del Panda podrá tornar en aprobado, una nota acorde a la del resto del equipo. A menos que los tres tantos que acumula hasta la fecha el ‘9’ bético se conviertan en 13 porque a Borja Iglesias le dé por anotar un tanto por encuentro. Ahí el villano sí podría convertirse en héroe. Pero eso de jugar al fútbol ficción es muy fácil.
Tras 25 encuentros de LaLiga Santander y en comparación con el curso pasado, el ariete bético ha metido menos goles (3 con el Real Betis y 17 como jugador perico), entra menos en juego con el balón (17,6 toques por partido este curso frente a los 32,7 del pasado) e incluso gana menos duelos, tanto aéreos como en el suelo (con una diferencia de apenas 3% pero que lo llevan de ganar 2,5 por encuentro esta campaña a los 4,2 como espanyolista). El compromiso del jugador con el club parece ser total, pero eso no basta. El aficionado (y los directivos) tienen que verlo reflejado en el campo.
Es por eso que la primera temporada del Panda como jugador heliopolitano es indefendible. Los goles, aquello que da de comer a los delanteros, el bambú de Borja Iglesias, brillan por su ausencia. No sé si será la barba o las horas de FIFA, pero el aficionado del Real Betis, 10 meses después de su llegada al club, todavía no ha podido disfrutar de su ‘9’. Pero como las prisas nunca fueron buenas consejeras, hay quienes aguardan con cautela el devenir del próximo curso. No hay quien defienda el rendimiento de Borja Iglesias esta temporada, pero sí quienes no quieren bajarse del barco del Panda tan pronto, no vaya a ser que la próxima campaña le dé por meter esos goles que, por una cosa u otra, se le olvidó traerse a Sevilla. No vaya que a ser que si la situación cambia, y cambia como jugador del Real Betis, después no haya sitio en el barco.