Recuerdo que el pasado verano tras salir del Villamarín después del partido homenaje a Rubén Castro, aún con las sensaciones vividas y lo que se había generado en la grada y el césped pensé: “Bueno, si ésto ha sido a Rubén Castro, ¿A Joaquín qué?
Y aunque las comparaciones sean odiosas, Joaquín se ha convertido en bandera y estandarte del Real Betis llegando muchos incluso a decir, y yo lo defiendo, que él es el Betis. Joaquín el del Betis, jugara en el Valencia, el Málaga o la Fiorentina. Joaquín ha vuelto a impulsar aquello de que el Betis era el segundo equipo de España después del Real Madrid, llevando el beticismo y la simpatía del equipo a cualquier rincón del país y parte del extranjero, algo perdido tras los años en Segunda y la modernización del fútbol.
Joaquín, aparte de lo que significa para los béticos, es el representante terrenal de lo divino de las Trece Barras, profeta del Manquepierda, imagen y semejanza del Beticismo, de la alegría andaluza, de la sonrisa por bandera. Es la representación máxima del mayor tesoro que se guarda y vela en este sur del Mundo: la alegría. Joaquín es ese jugador de fútbol que a base de sonrisa es capaz de hacer lo mismo que cualquier otro que necesita apretar los dientes y estrujar los músculos.
Joaquín es el “yo lo hago, pero a mi manera” que tanto riega las calles y campos de Andalucía. Joaquín es esa lucha constante entre los que defienden el sacrificio contra los que demuestran que las cosas llegan o no, y que con trabajo y saber reírse de uno mismo todo se consigue. Que se puede ser serio sin dejar de reír, que se puede trabajar sin correr más que nadie.
Si Joaquín es todo eso: ¿Qué haremos cuando se retire? ¿Un partido homenaje? No hay rival ni encuentro que le sirva de ceremonia. ¿Un acto en el estadio? No cabe en el Villamarín gente suficiente que quiera o deba darle las gracias por tanto. ¿Retirar el 17? Nadie más debería llevar ese número, pero un número es solo eso.
¿Entonces? ¿Que merece?
Dejando volar mi imaginación, pensemos por un momento como debería ser ese homenaje merecido que Joaquín se lleve una vez que juegue su último partido: El Betis está terminando La Liga y quedan apenas unos minutos para que el árbitro decrete el final del partido cuando un cambio se anuncia. Se retira Joaquín, que además ya había avisado con antelación que ese iba a ser su último partido. El estadio en pie, nadie ha querido perdérselo, se han vendido todas las entradas, se ha colado gente que llena las escaleras y los vomitorios. 60.000 personas aplaudiendo a Joaquín que entre lágrimas desconsoladas y saludos a la grada se marcha andando, como puede, mientras recibe el abrazo de compañeros y rivales.
Una vez que Joaquín sale del campo, el partido se detiene. La gente comienza a desfilar y a abandonar el estadio para colocarse en las inmediaciones del Villamarín formando una larga fila. Una vez todo preparado, Joaquín saldría del estadio en un coche descapotable y comenzaría a desfilar por el carril de béticos que forman a cada lado de la calzada con banderas y bufandas al viento. ¿A dónde va la comitiva? A la Catedral. A su llegada, Joaquín subiría las primeras plantas de la Giralda para saludar a los béticos y no béticos congregados en la plaza Virgen de los Reyes para ver como su eterno capitán sale por uno de los balcones de la Giralda, saluda y da un discurso que a todos emociona.
Con ello, el acto en la calle terminaría para pasar a colocar a Joaquín en el altar mayor de la Catedral y dedicarle un quinario como Dios manda, así como un besapié extraordinario mientras haya personas que acudan a él. Después de eso, homenajes por todo lugar conocido del fútbol, premios, conferencias… el nombre de la nueva Ciudad Deportiva pasa a llamarse Joaquín Sánchez, se retira el dorsal 17 del club y Joaquín pasa a ser renovado vitaliciamente con el Real Betis, que además, gracias a un gol que marcó en ese último partido se proclama campeón de Liga (Oye, por pedir…).
Bromas y desvaríos aparte, ojalá quede mucho tiempo más para disfrutar de Joaquín, pero no podemos evitar pensar que acto u homenaje se organizará para cuando él decida que el fútbol ya es suficiente. Yo no lo sé, pero cualquier cosa será poco para lo que el beticismo le debe. Larga vida.
