El verano de 2005 siempre será recordado en la historia del Real Betis como aquel en el que la afición verdiblanca volvió a celebrar un título por las calles ya no solo de Sevilla, si no de España entera y parte del mundo. Había llovido mucho desde el año 77 y había muchos motivos para estar de enhorabuena y mirar al futuro con optimismo.
En un año en el que el eterno rival celebraba su centenario, el Real Betis va y gana la Copa del Rey. Además, ese gol de falta de Assunçao en Mallorca en la última jornada de Liga metió a los verdiblancos en la Champions por primera vez en su historia. «El Betis será lo que Lopera quiera que sea», y no se equivocó Don Lorenzo Serra Ferrer cuando sentenció aquella frase no mucho antes de empezar la pretemporada.
Con el sueño de la Champions, la ilusión fue poco a poco desinflándose cuando el mercado de traspasos fue evolucionando. Aquel verano hubo alguno que otra salida bastante sonada, aunque el sueño de jugar la mayor competición europea hiciera que las que hubo fueron por causa mayor. Fue el verano de la retirada de Alfonso, por la puerta de atrás y sin un homenaje a la altura de sus goles. Fue la despedida de Tony Prats, también sin pena ni gloria y terminando contrato, al igual que Joao Tomás e Ito, este unos meses antes. Sería también el año de la despedida de Denilson, cedido al Burdeos para no volver nunca más.
En el capítulo de llegadas, nombres propios que salen de carrerilla, más por verguenza que por calidad. Los béticos esperaban un despliegue de fichajes al más puro estilo Manuel Ruíz de Lopera, pero el mandamás verdiblanco hizo siete fichajes con poco nombres, jugadores de segunda línea los cuales la mayoría no estuvieron a la altura de las circunstancias de ese Betis que podría dar un paso al frente y efectivamente no lo dio.
Uno de ellos fue Nano. Central de 24 años que llegó desde el Getafe por apenas 600 mil euros. Más barato si cabe fue Juanlu, interior que llegó desde el Numancia después de lograr el ascenso con el equipo soriano. En la presentación de ambos jugadores Lopera se encargó de justificar estos fichajes tan poco ambiciosos: «Podríamos fichar más centrales, pero mejorar a Melli es difícil».
Otro de los nombres propios de ese verano fue el de Rivera. Sin duda, uno de los pocos que acabó mejorando lo presente y ofreciendo un alto rendimiento, tanto que todavía se le recuerda. Llegó desde el Levante UD con 27 años y el Betis pagó algo más de 3 millones de euros por él. También llegaría al Betis ese verano otro mediocentro que fue deseo expreso de Lopera, uno de esos que se le metió entre ceja y ceja y no paró hasta tenerlo presentado.
Se trata de Miguel Ángel, el protagonista del culebrón de ese verano. El jugador, un ídolo en el Málaga CF, cambió la Costa del Sol por Sevilla llamado por el proyecto de Champions de aquel Betis. No le fue fácil a Lopera, pues Miguel Ángel era uno de los ídolos de ese Málaga CF y su calidad en el club malaguista lo hacía objeto de deseo. Al final recaló en el Betis comenzado el mes de agosto y todo lo que dio en el Málaga se quedó allí. Pufo donde los haya.
Y hasta aquí los jugadores por los que Lopera pagó dinero ese verano. Apenas unos 7 millones de euros de gasto para la temporada en la que el Real Betis disputaría la Champions League. Cierto es que los verdiblancos contaban con una de las mejores plantillas de su historia, con nombres como Joaquín, Juanito, Edu, Oliveira, Assunçao… Pero el fondo de armario tenía poco espacio y Serra Ferrer lo acabó pagando.
Pero todavía quedaban cuatro jugadores que entre libres y cesiones llegarían al Betis. Una pareja de brasileños formada por Robert Da Pinho y Diego Tardelli. Delanteros centro de 24 y 20 años, el segundo cedido; el primero, todavía está el PSV esperando que Lopera le pague. Sus prestaciones, pocas. Tardelli tomó el camino de regreso a Brasil un año después y solo Robert dejó alguna que otra tarde buena en el Villamarín, por entonces Ruíz de Lopera.
Pero aun quedaría un último fichaje. El de Xisco, un extremo zurdo de 24 años que llegaba libre desde el Valencia CF y que fue el principal nombre de aquel verano, el único fichaje con experiencia en Champions, y de los pocos de la plantilla en general. Un jugador que terminó convirtiéndose en la diana de muchos aficionados cuando el equipo se desmontó y comenzó a caer sin freno, aunque no tuviera la culpa.
El resto de la historia, todos la sabes. Serra Ferrer acabó teniendo la razón. Lopera no quiso gastarse demasiado dinero y apostó por la continuidad de una plantilla que necesita más que los cortos retoques que pretendía hacer, con fichajes de mediopelo y alta dosis de egocentrismo. Dijera el ruso lo que dijera.