Si buscásemos en el diccionario de la Real Academia del Sentimiento Futbolístico la palabra Manquepierda, entre su extensa y larga definición encontraríamos una foto del colosal partido que el Real Betis ha hecho esta noche en Arabia ante el FC Barcelona en la semifinal de la Supercopa de España. No ganó, pero hay veces que el orgullo de haberlo dado todo y tiene más valor que cualquier trofeo.
Hoy el Betis ha dado una lección de lo que es competir en este tipo de partidos. Cuando la derrota goza de la mayor probabilidad, darlo todo y morir con la cabeza alta debe ser innegociable. Obligar al todopoderoso rival a sudar sangre para doblegarte. Exigirles al máximo. Ver como celebran la victoria con rabia, sinónimo de que han tenido que dar un esfuerzo mayor del que esperaban. Hoy el Betis hizo todo eso. Porque el resultado, la mayoría de las veces, solo es cuestión de calidad o suerte.
En lo meramente deportivo, la calidad y juego del FC Barcelona se impuso durante la primera media hora de partido. Los de Xavi monopolizaban la pelota ante un Betis que, pese a sufrir sin ella, demostró no importarle defender, prueba de que Pellegrini ha hecho de este equipo una roca capaz de adaptarse a cualquier circunstancia. Eso sí, le costaba un mundo armar dos pases seguidos y la pelota volvía otra vez a su dueño azulgrana. Pero se repuso, y de qué manera.
Cuando el equipo fue capaz de sacar con algo de soltura la pelota desde atrás, el Barça hizo aguas. El resumen de la primera parte son un puñado de llegadas del Betis que Ter Stegen tiene que evitar de la manera más espectacular posible, y otras tantas que hicieron sudar mucho a la defensa azulgrana. Pero en el futbol valen los goles y el de Lewandoswi, con mucha fortuna por el rebote que se lleva tras el certero corte de Luiz Felipe, hizo desequilibrar la balanza a favor de un FC Barcelona que no hizo tantos méritos como para irse ganando al descanso.
Tras la reanudación, saltaba la sorpresa. Canales se quedaba en el banquillo y entraba William Carvalho. Sin lesión aparente del cántabro, su escasa aportación parecía provocar esta decisión en Manuel Pellegrini, que no quiso sentar ni a Rodri ni a Luiz Henrique, que estaban a muy buen nivel. El Betis igualó con la posesión el partido y hasta lo volcó de su lado, pues el Barça no generó más ocasiones ni llegadas para peligro de Claudio Bravo. El Betis fue creciendo y armando jugadas desde cada vez más cerca, y en una de esas que parecía no llevar a nada, la puntera milagrosa de Luiz Henrique toca lo justo para dejar franca la pelota a un Nabil Fekir que con maestría la coloca al palo corto cuando se le echaban encima los defensores azulgranas cuales perros de presa. La rabia de Fekir en la celebración hacía indicar que había ganas de darle un puñetazo a la justicia del futbol.
Pero si algo es el futbol es injusto. Muy pronto Lewandowski hacía el segundo cuando le cae una pelota desde la banda a los pies en el corazón del área y bate a Claudio Bravo. El VAR semiautomático, que se estaba estrenando en esta competición, dictaminó que era fuera de juego y salvó, otra vez, al Betis, pues en la primera parte ya anuló otro gol de Pedri por el mismo motivo.
Con empate se iría el partido a la prórroga y los jugadores del Betis, muy acalambrados, ya empezaban a estar renqueantes. Tanto que Pellegrini optó por sentar a un Nabil Fekir destrozado y dar entrada a Loren, que junto a Juanmi y Guardado fueron los otros cambios verdiblancos. Llegó la prórroga y mazazo del Barça. Ansu Fati clava un zurdazo al caerle un balón con nieve que venía desde el despeje de la defensa en un córner. Golazo del azulgrana para finiquitar el partido con toda la prórroga por delante. O eso parecía, pues apenas siete minutos después, en otra llegada del Betis con peligro, Luiz Henrique vuelve a regalar otro gol, esta vez a Loren, que con Araujo echado literalmente sobre sus hombros, acierta a colar un taconazo espectacular dentro de la portería de Ter Stegen. Premio gordo para el marbellí, que celebró con rabia y lágrimas un gol que llevaba dentro del alma.
El resto del partido fue, casi, unas tablas entre dos equipos desfondados y en reserva. Quedaba tiempo para la expulsión de Guardado, que derriba sin querer a Kessie en la disputa de una balón dividido y el Del Cerro Grande le muestra la segunda amarilla. Con eso y poco más iríamos a los penaltis.
Con el orgullo rebosando por los poros y la confianza de haberlo dado todo, poco importaba ya que Claudio Bravo se olvidara de colocar fuerte la mano para detener el penalti de Kessié, que Juanmi dispara tan mal el suyo y que William Carvalho hiciera lo mismo. El trabajo estaba hecho y la recompensa era mucho mayor que el premio a disputar.
Ahora, regreso a España para descansar y recuperar del sobre esfuerzo y a preparar el partido de la próxima semana ante Osasuna en la Copa del Rey. Esa Copa que todavía brilla por Heliópolis.