Hoy a las nueve de la noche se enfrentaban el Real Betis y el Futbol Club Barcelona en el Spotify Camp Nou. Ambos equipos venían de no hacer mucho en los encuentros, y el Barcelona terminó resucitando ante un Betis que se olvidó hace varias jornadas de lo que es jugar al fútbol de verdad. Un Real Betis que volvió a sufrir el agravio consecutivo de Del Cerro Grande, un árbitro que debería ser excomulgado por la Iglesia, no solo expulsado de ser colegiado, un árbitro que llevó la bandera del Barcelona en el pecho durante todo el encuentro y no se la quitó ni para añadir el descuento.
En la primera parte, Manuel Pellegrini planteó un partido complicado de llevar, en el que el Barca salió con juventud y físico y el Betis salió con efectivos guardados en el banquillo. En el minuto once, los de verdiblanco perdían a un baluarte de la defensa por una lesión muscular, Luiz Felipe se lesionaba y anunciaba una debacle. Debacle que se iba a producir a partir del minuto catorce con un falló defensivo en una pelea aérea que aprovechaba Christenssen para hacer el primero de cabeza. En el minuto treinta y tres, del Cerro Grande, que estaba haciendo un partido de videojuego de terror, expulsaba a Edgar, que veía una roja por una acción inexistente, en la que Pedri se llevaba las manos a la cara y fingía un agravio. En el treinta y seis, no iba a alargarse mucho la espera, Lewandoski, hacía su irregular gol. Y en el treinta y nueve, Rafael rompía líneas y volvía a batir a Rui Silva, encajando el Betis del Ingeniero, el tercero de la noche. No haciendo nada bien, era como el equipo de las trece barras se iba al descanso.
En la segunda mitad, el Barcelona seguía siendo superior y hacía sus cambios para mantener el partido en la misma métrica. El Barcelona estaba arrasando a un Betis cansado y lleno de jugadores que no sabían contra quién estaban jugando, sacando balones al aire para que no les metieran un saco. En el minuto ochenta y dos, tras un aparezco y no del capitán retirado Joaquín Sánchez, Guido Rodríguez se hacía el cuarto en propia y los aficionados estaban pidiendo la hora hasta al entrenador.
El Betis perdía el partido y por poco no recibía el quinto de un canterano de quince años que debutaba en su primer partido con el Barcelona. Volvió a ni aparecer el equipo en Camp Nou, y tanto aficionados como jugadores, como entrenador, terminaron un partido de disgusto entre capuchas puestas y caras caídas. Con tres puntos menos para pelear por la Europa el Betis casi, salvo por caprichos del azar, podía decir adiós prácticamente a jugar en puestos nivel Champions, porque ni al equipo ni al director de orquesta les daba para muchas más funciones.