El Real Betis cae en El Gran Derbi por un solitario 1-0 en un gol en un penalti muy polémico, pero que no debe esconder la paupérrima imagen del un equipo sin alma ni ideas en el juego.
Este Betis no juega a nada. Ni cuando ganó ante el RCD Espanyol hace una semana, ni en la derrota en Varsovia ni esta tarde en el Sánchez Pizjuán. Y a nada es a nada. Es preocupante que el único atisbo de estilo de juego que el conjunto entrenado por Manuel Pellegrini ha mostrado en El Gran Derbi haya sido dar la pelota al rival y esperar a un contragolpe que nunca llegó. Un estilo de juego que sería muy aprovechable para un equipo cuyo once fuera el que ha sacado el Betis hoy, con un doble pivote defensivo, un mediapunta de control y rapidez en el pase y tres atacantes verticales. Pero no para un Betis que ni juega a eso ni entrena para jugar a eso.
Y hoy el Betis no ha jugado a nada de nada. Su rival ha sido, no mejor, pero sí le ha puesto más intensidad en cada balón dividido, tenía las ideas más claras en ataque y penalizaba mucho mejor los fallos de un Betis incapaz de dar dos pases seguidos. Las llegadas del Sevilla eran más y mejores. Incluso vio como se le anulaba un gol a Ejuke a los dieciséis minutos de partido por fuera de juego milimétrico en el pase previo. El Betis tuvo un par de llegadas con cierto peligro: dos en las botas de Vitor Roque, primero mandando un cabezazo flojo a las manos de Nyland y luego viendo como el meta sacaba la manopla en un disparo escorado pero a puerta, y que hubiera sido anulado por fuera de juego en el pase largo sobre el brasileño.
Pero no sería hasta la segunda parte cuando el marcador se estrenaría. Sería de penalti, con revisión del VAR incluida al decretar Martínez Munuera penalti por mano de Diego Llorente que en el salto y de espaldas, le golpea el remate de cabeza de Lukebakio en el brazo. Un remate sin peligro que no iba a portería y con el brazo en posición natural. Sería el holandés el encargado de anotar, dejando a Llorente con cara de no entender nada por las ilógicas explicaciones del colegiado.
Y el partido no cambió tras el gol local. El Betis fue un manojo de nervios en un Pizjuan muy venido arriba y que aupaba a un Sevilla que olía sangre. Los cambios de Pellegrini tampoco aportaron mucho, una vez más. Solo Bakambú tuvo una llegada con cierto peligro pero antes de controlar y encarar llegó antes Nyland para despejar. Es más, fue el Sevilla quién a la contra y aprovechando el tremendo agujero en el mediocentro verdiblanco quién estuvo mucho más cerca de marcar que un Betis incapaz de generar peligro.
El colmo de los colmos fue que, tras la expulsión de Nianzu por doble amarilla, ni siquiera fue capaz de tener ni media ocasión de gol con el Sevilla metido atrás, sin referencia en ataque y con Jesús Navas en el campo solo para contar un derbi más en su haber.
El Betis deja una imagen preocupante, peor que la derrota, y que debe invitar a la reflexión de por qué ha dado la cara tan pronto una pobre planificación deportiva y si Pellegrini es capaz de sacar ésto adelante con lo poco que tiene.