Decía el poeta: «La sonrisa es un te quiero que da calambre en el alma y por poquito que valga ya vale más que el dinero». Y no se equivocaba. Una sonrisa – con la que está cayendo – es un arma más poderosa que todos los ejércitos y los gobiernos del mundo. Un sonrisa calienta más que el sol, quema más que el fuego y alimenta más que el pan. Una sonrisa lo es todo. Y por eso duele más si cabe la lesión de Canales.
Cuando los béticos vimos a Sergio Canales tumbado y dolorido sobre el césped de la Cartuja a los diez minutos del España – Alemania algo como el frío hielo nos corrió por la espalda y nos atravesó el corazón. Y no por la merma en el rendimiento deportivo del Betis, que también, si no por ver triste y dolorido a un jugador de esos que lo da todo en el campo, que se ha ganado a la afición por su humilde forma de ser y porque, encima, se lesionó en un partido con la Selección Española, a la que tanto le costó volver y cuyo regreso celebramos como si fuera un gol en el Villamarín. Despacio, cabizbajo, dolorido y cojeando Canales se retiró del campo apoyado en el médico de la Selección. Por un momento el mago cántabro perdió su sonrisa y por su cabeza pasarían una y mil cosas: el perderse aquel partido seguro que era lo de menos. Por su mente correría el calendario liguero de un Betis que ahora más que nunca necesitaba a su capitán moral, a su magia y a su sonrisa. Sobre todo a su sonrisa.
Aquella sonrisa con la que Canales apareció por la terminal del aeropuerto de San Pablo un 3 de julio de 2018. Con esa perenne cara de niño que nunca ha roto un plato, pero con las facciones del que no lo ha pasado demasiado bien por donde ha ido. Después de un fracaso y demasiado temprano fichaje por el Real Madrid, Valencia y San Sebastián fueron su casa, pero no del todo. Canales necesitaba un sitio donde sentirse importante, donde crecer y madurar, donde estar a gusto y donde dejar se ser esa eterna promesa del futbol español. «Dejar de ser intermitente», como dijo en una entrevista a la revista Panenka. Lo que no sabía Canales es que era el Betis quién necesitaba aquello mucho más.
Y el niño se hizo un hombre bajo la sombra de una palmera. Alentado por cincuenta mil voces que cada partido coreaban su nombre. Goles y asistencias eran lo de menos. Canales había encontrado su sitio. El Villamarín era su casa. Y la sonrisa volvió. La sonrisa del que sabe que ésto va mucho más allá del futbol. El Betis sabemos de sobra que veintidos jugadores corriendo detrás de una pelota no es solo el futbol, porque si lo supiéramos seguramente no seríamos béticos. No hace falta que nos lo expliquen. Lo sabemos. Podrán llamarnos exagerados desde otras latitudes de España cuando decimos que el Betis es un sentimiento, un miembro más de la familia, un amigo de la infancia, una tradición, una forma de entender la vida. Y hay jugadores que sienten eso con tan solo poner un pie en el Villamarín. Y Canales es uno de ellos.
Por eso nos dolio tanto verlo triste, cabizbajo y con la mente en mil cosas mientras cojeando se retiraba del campo. Por eso se nos hará raro no verlo el próximo partido – y el siguiente, y el siguiente del siguiente.. – fuera del once titular. Por eso no soportamos su ausencia. Canales es el Betis por que no comprendemos que llegue un domingo y no podamos verlo. Se ha ganado estar en el corazón de todos los béticos y eso es más que cualquier éxito deportivo. Esta vieja afición sabe de lo que habla.
Pero Canales es el Betis. Y el Betis es «manquepierda». Canales no se ha olvidado de sonrerir y sonriendo ya nos avisa de que volverá y que lo hará con más ganas que nunca. No hay más Betis existente que eso: el caer y volver a levantarse, el mirar el barro bajo los pies y seguir caminando. El bailar bajo la lluvia y reir en el sol. El sonreir cuando apenas hay motivos. ¿Acaso eso no es el Betis? ¿El encontrar la luz cuando todo está oscuro?.
Canales volverá como siempre vuelve la primavera. Eso sí, lo que nunca jamás entenderé ni quiero entender es cuanta sabiduría había en aquella mítica frase de Andrés Montes. Quién parecía estar viendo a Canales celebrando un gol eterno en el Villamarín cuando dijo: ¿Por qué todos los jugones sonrién igual?
