Tras la derrota en el Estadio Nuevo Los Cármenes, el Betis volvió a llevarse los tres puntos en LaLiga. Partiendo desde el 4-2-3-1, el míster tuvo que diseñar un once en función de los pocos efectivos que tenía. Apostó por el doble pivote con Guido junto a Guardado, Aitor Ruibal acompañado de Joaquín en bandas y Fekir por detrás de Tonny Sanabria.
En la primera mitad, los de Pellegrini tuvieron muchas dificultades para atacar el bloque bajo que planteó Álvaro Cervera. Le costó circular con rapidez, tenía muchos futbolistas estáticos recibiendo al pie, con poca movilidad… fue fácil para los cadistas bascular, realizar coberturas sin problemas y, al final, evitar que el Betis generase superioridades. Desde mi punto de vista, ya no es sólo una cuestión de falta de rapidez en la circulación, que también, sino que el conjunto rival salió con la clara intención de defender por acumulación. Es un equipo muy sacrificado, repleto de jugadores defensivos, intenso, duro… es normal que a los verdiblancos le costase.
En el segundo asalto, sí que tuvo cierta fluidez y pudo generar superioridades por fuera. A partir de un Nabil Fekir excepcional, los locales lograron juntar pases, asociarse, romper líneas, tener superioridad por fuera… todo esto, evidentemente, asociado al cansancio de su oponente, que realizó un excepcional trabajo físico durante los 90 minutos. Asimismo, Joaquín también tuvo mucho protagonismo con balón. Sin él, los de Pellegrini siguen siendo un conjunto endeble. Con muchísimas dudas. Por delante en el marcador, los verdiblancos sufrieron muchísimo, dejando muchos espacios, perdiendo duelos, estando mal en las marcas…
Un conjunto verdiblanco que tuvo la paciencia suficiente para no perder los nervios y no terminar corriendo hacia atrás por errores absurdos. No fue un partido brillante, pero los tres puntos, evidentemente, siempre son bienvenidos.