Muchos son los aficionados verdiblancos que se las prometían muy felices cuando, recién comenzado el nuevo año, sendas victorias del conjunto de las trece barras en Copa del Rey ante el Portugalete (0-3) y LaLiga Santander frente a la Real Sociedad (3-0) clasificaban al entonces equipo dirigido por Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’ para la siguiente ronda del torneo del K.O. y lo dejaban a tan solo 4 puntos de los puestos europeos respectivamente. Casi 12 meses después, muchos son también los béticos que echan la vista atrás y se echan las manos a la cabeza por el devenir de un equipo que, más que ilusión, cada día les genera más dudas. La incertidumbre de un equipo sin timón (ni timonel) que, desde hace tiempo, navega a la deriva sin un destino definido y con el peligro de que un nuevo temporal termine por hundirlos en las profundidades del océano.
Había muchas ilusiones depositadas en el 2020. El cambio de década auguraba, en lo deportivo, un futuro más esperanzador de lo que habían deparado los años anteriores. Pero nada más lejos de la realidad. Una pandemia mundial no fue suficiente castigo para un beticismo que, tras meses sin poder salir de casa, ni siquiera su equipo le regaló dos horas a la semana en las que desconectar de la triste y dura realidad que le tocaba afrontar en el día a día. En su lugar, el Real Betis fue más fiel que nunca a la mediocridad que tantos años le lleva acompañando y lo que regaló fueron derrotas, decepciones y crispación. El 2020 trajo alguna que otra alegría, pero tan efímera y banal que apenas puede hacer frente en la balanza a los desencantos sufridos por los seguidores de las trece barras. El 2020, para el Real Betis, fue el año del quiero y no puedo.
El cuadro de la Palmera cierra el año con apenas 12 victorias en su casillero, 5 de ellas correspondientes a un final esperpéntico de temporada 2019/2020 y las otras 7 cosechadas en el actual curso 2020/2021. Es decir, el conjunto bético no logró el triunfo en 27 de los 39 partidos que disputó a lo largo del 2020. Cifras difíciles de soportar por una afición e insalvables para ningún técnico. Aunque Rubi consiguió salvar el enésimo «match ball» de la pasada campaña con una victoria ante el futuro campeón de LaLiga Santander (una de las pocas alegrías del 2020), y una vez volvió el fútbol tras el confinamiento, el ex técnico del RCD Espanyol abandonaría Heliópolis. Con dos victorias y un buen carrusel de derrotas (5 en 8 partidos), el Real betis terminaría el curso con la única nota positiva de haber salvado la categoría. Objetivo que, por desgracia, se antoja del todo parecido al de la presente campaña.
Si bien el curso 2020/2021 comenzó de una forma que pocos béticos esperaban, ganando los dos primeros partidos del campeonato liguero por primera vez desde la temporada 2011/2012 –con Pepe Mel como técnico–, el desarrollo de la misma terminó por dilapidar cualquier aspiración de cambio en el conjunto de las trece barras. Algunos blancos y, sobre todo, muchos negros de un Real Betis que algunas jornadas supo competir los partidos de brega y otras fue aplastado por los rivales. Y es que el Real Betis de Manuel Pellegrini compite, pero solo cuando le parece. En lo que va de curso se consiguieron victorias ante equipos que siempre se le atragantaron a los heliopolitanos, pero también fue al cuadro actualmente dirigido por el técnico chileno al que se le olvidó viajar al Coliseum Alfonso Pérez, San Mamés o el Ciutat de Valencia. Resultados decepcionantes pero acordes al nivel de una plantilla con demasiadas limitaciones para aspirar a puestos europeos.
El 2020 ha traído muchos cambios a la Avenida de la Palmera. Se fue Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’ y llegaron, primero, Alexis Trujillo y, esta campaña, Manuel Pellegrini. También aterrizó Antonio Cordón como director deportivo y con él una corta lista de fichajes poco ilusionantes, culpa también de la grave crisis económica que azota a la entidad verdiblanca. También se vaciaron las gradas de un Benito Villamarín que a día de hoy siguen sin llenarse y que tan de menos echan a los aficionados verdiblancos. En el Real Betis cambió hasta el delegado de campo, pero nada ni nadie pudo con los máximos dirigentes del club. Los mismos que, sin querer o no, se han convertido en el denominador común de los males béticos. ¿Qué le pide entonces el bético al 2021? Pues, simple y llanamente, lo mismo que al 2020: ilusión. Y es que el bético, cual niño que año tras año incluye el mismo regalo en su carta, no puede más que insistir en ese deseo que los Reyes Magos de Heliópolis nunca terminan de traerle. Son demasiados años en los que, sin merecerlo, al beticismo le han traído carbón.