Me resulta insufrible la gente simple, la que se queda a vivir en la anécdota, la que disfruta sacándole brillo a los clichés, la que intenta ridiculizar a fin de sentirse un poco más realizada. Me producen nauseas los personajes que ven a un canario y lo primero que le dicen es: “ya montaste en la guagua muyayo” mientras ríen de manera socarrona a la vez que palmean el hombro del estupefacto habitante de las Islas. Son los mismos que a un andaluz le preguntan si ya se ha echado la siesta o si les puede contar un chiste. Lo dicho, aman quedarse en el estereotipo, rehúsan cualquier acercamiento con la realidad, son ovejas de un rebaño chamuscado por las inseguridades y la necedad. Decía Carlos Ruiz Zafón que la envidia es la religión de los mediocres. Quizás sea solo eso, envidia de no ser capaces de ser diferentes, de no hacer las cosas como las hacen todos, de no seguir el sendero por el que avanza la oveja de delante.
Algo similar ocurre con Joaquín Sánchez, un tipo que afortunadamente no es normal, una rara avis en el mundo del fútbol, un jugador que a sus 39 años sigue dando recitales de como se juega a ese deporte en el que once se miden a otros once y gana el que más veces meta el balón en la portería del rival. Un estandarte del deporte rey al que se le ha llamado payaso y comediante, como si eso para él resultara un insulto, un Benjamin Button gaditano que torea con las piernas, que quiebra con el pecho, que descabella con la cabeza.
Jamás se me borrará el recuerdo de aquel derbi en el Benito Villamarín de septiembre de 2018. Joaquín salía de suplente. En la segunda mitad con el partido encasquillado, Setién llamó al 17 para que se incorporara al juego. Me acuerdo perfectamente de los cánticos de los aficionados sevillistas cuando el del Puerto entró al campo: “Saca el capote, Joaquín saca el capote, saca el capote”. La cosa no quedó ahí, el culmen de la originalidad llegó con una nueva versión del cántico, preservando la tonalidad, por supuesto; “cuéntate un chiste, Joaquín cuéntate un chiste”. Y vaya si lo contó, aunque sinceramente, no creo que les gustara el final. A diez minutos de que el árbitro pitara, Joaquín a pase de Mandi descabelló con la cabeza al cuadro rojiblanco. De repente, se hizo el silencio entre todos aquellos aficionados sedientos de chascarrillos a los que creo que finalmente, no les convenció el sentido del humor de Joaquín.
Ese silencio es el silencio que materializa el ridículo de todo aquel que menosprecia el talento ajeno, del que toma el atajo de la burla porque resulta más sencillo, el que se da de bruces con la realidad de que le han chapado la boca. Hay gente a la que no le da para pensar que es mejor admirar lo anómalo. Esto, desafortunadamente, no les ha ocurrido solo a algunos sevillistas, si no que también hay mucho acomplejado de este tipo en toda España y lo más grave, dentro del Betis. Personas que se niegan a mirar de frente a la realidad y que prefieren seguir viendo a Joaquín como un futbolista poco comprometido que se dedica a hacer el bufón en las redes sociales. No entienden que el capitán del Betis se muestre tal y como es, les descoloca que no sea tan sieso como todos los demás futbolistas, les alarma la sinceridad.
¿Saben lo que le jode a este tipo de personas? Les repatea que un tío que vive la vida con alegría y que es capaz de reírse hasta de su sombra, siga con 39 años siendo decisivo, derrochando clase y talento, y descojonándose de todos aquellos que lo quieren jubilar antes de tiempo. Algunos lo comparan en cuanto a longevidad con Pirlo o con Totti, quizás ese sea el problema, que tienen arraigada dentro la figura de futbolista veterano sobrio y serio, pero es que Joaquín es otra cosa.
Ni mejor ni peor, diferente. Es la finta y el sprint. Es un tipo que cuando toca atarse los machos y ejercer de capitán, lo hace, que cuando tiene que echarse el equipo a la espalda, se lo echa, que cuando tiene que mandar, manda, que cuando tiene que apoyar, apoya. A Joaquín no le duele lo que digan sobre él, a Joaquín le duele el Betis y esa sangre verde que emana de su torrente sanguíneo. Eso es lo que les molesta a muchos, su forma de ser, que sea capaz de pasarlo bien y luego rendir como el que más. Ahí están los números, ahí está su trayectoria, ahí está su beticismo y lo de ayer en la antigua Anoeta como enésimo argumento de su genialidad. Juzguen ustedes mismos y no se queden en la anécdota, que el canario no solo tiene autobuses. Disfruten de Joaquín Sánchez mientras puedan, artista eterno, estandarte del Real Betis Balompié y la clara prueba, de que las leyendas también se ríen.