Lo rozó con la punta de los dedos. A punto estuvo el Betis de hacer que el líder de La Liga hincara la rodilla en el Benito Villamarín, pero la solidez defensiva, Oblak y las sensibles bajas en ataque verdiblanco dan por bueno un punto inesperado 90 minutos antes de empezar, y mucho más tras el vendaval ofensivo que se encontraron los de Pellegrini nada más empezar.
El Atlético demostró ser un león herido. Salió a morder y muy pronto asustó a su presa. El Betis no sabía que hacer ante tal diluvio y en la primera jugada cerca del área, entre Carrasco y Joao Feliz desmontan la defensa, Mandi se duerme, el rebote le beneficia a Carrasco y marca a portería vacía. El partido ya se ponía demasiado cuesta arriba. El Betis era un muñeco en manos del Atleti y no era capaz de entrar en el partido. Si en diez minutos los del Cholo hubieran sentenciado el encuentro a nadie le hubiera sorprendido por tal juego de velocidad, ritmo y despliegue físico.
Pero el Atleti cayó en el error de dar por bueno el resultado y la pelota a los verdiblancos de paso. Desde la posesión el Betis fue creciendo y creciendo, pero notando mucho el experimento de Pellegrini colocando a Joaquín como falso nueve y con Fekir, Tello y Ruibal acompañando. Las ausencias de Borja Iglesias y Guardado eran sensibles, pero poco a poco el Betis se fue metiendo en el partido y a generar llegadas.
Muy pronto, y ahí estuvo la clave, el Betis encontró el hueco desde la banda de Alex Moreno, que la pone a media altura al corazón del área y Tello empala da primeras para sorprender a la defensa y a Oblak, poniendo el empate en el marcador. Dedicatoria del catalán al cielo y partido abierto. Hasta el descanso el partido fue un despliegue físico en ambos equipos. El Betis le jugó de tu a tu y con las mismas armas del poderosísimo Atlético de Madrid, que no se escondía y se atrevía a jugar al correcalles. Ni Claudio Bravo ni Oblak aparecieron, pero el partido estaba cogiendo ese tinte peligroso para un Betis más acostumbrado a fallar en defensa que a acertar en ataque. El partido estaba abierto, bonito y disputado. Quién lo diría. Al descanso casi parecía tronar el Villamarín, que si hubiera estado lleno hubiera provocado un terremoto en Sevilla.
Tras el descanso llegaron las malas noticias para el Cholo. Ni Joao Felix primero, ni Trippier después pudieron seguir y obligaron a mover el banquillo. Juanmi por Joaquín era un cambio claro y eso hizo Pellegrini. El Betis logró pausar el ritmo del partido con la pelota, viendo como el Atleti renunciaba a atacar y regalaba un plácido partido desde la distancia a Bravo. Pero fue a la contra cuando más peligro creó el Betis. La primera, a Ruibal le cae en la zurda el pase de Tello y con el recorte pierde el preciado tiempo y Giménez evitó el disparo franco del canterano. Después, sería Tello quién desperdiciara otra superioridad a la contra. Pero la ocasión más clara fue de Lainez, casi en su primer balón como recién ingresado al césped. Recortando dentro del área, ajustando con la zurda y obligando a Oblak a sacar la manopla cerca del palo. El Betis estaba en el partido, el físico le aguantaba y el Atleti parecía no tener mucha intención de irse al ataque.
Pero en la elite y ante estos rivales, los despistes se pagan. En una jugada rápida del Atleti que pilla por sorpresa al Betis, desde la banda le cae a Correa un balón dentro del área, pero inmenso Bravo evitó el gol en pleno descuento. El miedo le entró al Betis y esa ocasión vapuleó a un Atleti que entonces recordó que el futbol trata de meter goles. El partido terminó en el área verdiblanca, pero el punto sabe a poco por verse superior a un equipo que se estaba dejando media Liga en el partido y haber sido capaz de plantarle cara a una de las mejores defensas, a uno de los mejores equipos y a uno de los mejores entrenadores de La Liga. Sin tres titularísimos en el Betis, que no solo tenía bajas el Atleti.