No todo podrán ser goleadas. No todo podrán ser 4-0. No todo podrán ser exhibiciones futbolísticos. Pero mientras el resultado definitivo de los partidos siga permitiendo al Real Betis sumar los puntos de tres en tres en su casillero, todo el trabajo realizado por los pupilos de Manuel Pellegrini habrá merecido la pena. Durante el último mes de competición, en el cuadro de las trece barras destacaron las formas incluso más que el propio fondo. Y eso ya es mucho decir de un equipo cuya mejor palabra para definir su estilo y forma de jugar no es otra que «ganar». En esta ocasión a los obreros verdiblancos les tocó sudar la gota gorda para sacar adelante el trabajo encomendado por el Ingeniero. Y lo hicieron por partido. Si ya de por sí la jornada laboral resultó fatigosa por las formas en las que se cumplimentaron las tareas, el cúmulo de horas que tienen a sus espaldas los trabajadores de Heliópolis hizo también acto de presencia en las oficinas del Benito Villamarín. Que el plantel bético acuse el cansancio, más allá de las rotaciones que sigue introduciendo el técnico chileno partido tras partido, son lógicas. Pero aún así el Real Betis es capaz de sacar los partidos adelante.
Visto lo sucedido en los dos últimos encuentros, en los que una salida fulgurante, a la vez que alocada, permitió al Real Betis desdibujar defensas y porteros rivales para enderezar el partido «demasiado» pronto, ante el equipo mallorquinista Manuel Pellegrini optó por el control. Y es que lo que prometían ser raudas goleadas frente a Levante UD y Zenit de San Petersburgo se tornaron en armas de doble filo que los verdiblancos supieron utilizar finalmente para atacar en lugar de autolesionarse. Mientras que en estos choques fue una «relajación por el resultado» lo que puso en apuros al cuadro de las trece barras, contra el RCD Mallorca, entre la propuesta del rival y la fatiga tanto física como mental, se vio una pérdida de intensidad y juego. Los peones verdiblancos comenzaron bien. Listos y dispuestos a seguir con el Plan 2.0. Pero a medida que avanzó la jornada laboral, a los trabajadores de Manuel Pellegrini les fue pesando más y más el mono de trabajo. Hasta el punto que un error colectivo, que a punto estuvo de chafar todos los planteamientos trazados por el Ingeniero, fue lo «mejor» que le pudo pasar a la cuadrilla verdiblanca. El gol del empate despertó, otra vez, al mejor Real Betis. A partir del tanto Vedat Muriqi, el cuadro bético volvió a presionar, dominar y atacar como mejor lo había hecho durante los primeros 45 minutos.
Un nuevo triunfo –y ya son 14 en LaLiga Santander este curso– que no se entiende sin el regreso de Sergio Canales, pero aún menos sin la actuación particular (ni la temporada en general) de Álex Moreno. Un jugador que siempre ha estado en boca de todos pero que él mismo se ha encargado de que sea para escuchar única y exclusivamente alabanzas. A la hora de comenzar la faena, en lugar de café, al obrero catalán de la banda izquierda le dan de beber gasolina. Es una máquina. Rápido en el desarrollo y, durante este curso, eficaz en su ejecución. Porque las cifras de cara a portería de Álex Moreno –4 goles y 3 asistencias– llaman la atención al espectador neutral, pero el rendimiento y nivel del dueño y señor del carril zurdo verdiblanco se entiende y hay que evaluarlo en su totalidad. En la faceta ofensiva, pero también, y casi más, en la defensiva. El centro del campo bético, lleno de magos y virtuosos, es fácil de elogiar, pero Álex Moreno es, y desde hace mucho tiempo, protagonista indiscutible de la histórica temporada del Real Betis. Y es que el Plan del Ingeniero no se entiende sin el obrero número ’15’.