Corren buenos tiempos en el Betis. El equipo despliega un fútbol de alto nivel, el entrenador tiene maravillado a la afición, hay comunión con la grada y, lo más importante, los resultados están llegando. El bético acude feliz al Benito Villamarín, con la tranquilidad de que los suyos van a competir sea cual sea el rival, una sensación poco experimentada en el pasado y que por fin se ha hecho habitual.
Y es que los de Pellegrini están firmando un 2021 sobresaliente, con solo 3 partidos perdidos de 34 jugados, siendo Barcelona, Madrid y Sevilla los únicos capaces de tumbar al conjunto de Heliópolis (y todos ellos por la mínima). Esto convierte al Betis en el equipo de las cinco grandes ligas europeas con menos derrotas oficiales desde enero hasta hoy.
Las sensaciones son cada vez mejores y esto se transmite del equipo a la grada, y viceversa. El pasado domingo se vivió un ambiente festivo en el Villamarín, con una afición que se mostró encantada con los suyos. Una afición inteligente, que sabe perfectamente cuándo hay que protestar y cuándo hay que ser agradecida, incluso dedicando ovaciones a jugadores muy cuestionados hasta hace no mucho, como son los casos de Juanmi, Fekir o William Carvalho. Porque, aunque algunos no la entiendan, la ecuación es sencilla: si el bético ve esfuerzo y rendimiento en los suyos, el bético se harta de aplaudir.
Atrás quedan aquellos años en los que el equipo se arrastraba por el campo y cierto sector se excusaba en que el Betis perdía por la presión del público, o que jugaba mejor a domicilio que en el Villamarín, ignorando las goleadas que también recibíamos fuera de casa, como por ejemplo en Ipurúa (5-0), Ciutat de Valencia (4-0) o Butarque (3-0). Personalmente, me parecía indigno y ruin culpar al que paga su abono o su entrada, en vez de mirar a los responsables de los resultados.
Pero el tiempo siempre da y quita razones. El equipo disfruta y hace disfrutar a su gente; su gente anima y lleva en volandas a los suyos. Siempre ha sido recíproco. Lo que los jugadores dan, la afición lo devuelve con creces. Y muchas veces la afición daba más de lo que el equipo merecía. Pero hoy, por fin, lo que se ve en el césped está acorde a lo que el bético demanda. Unos jugadores que se dejan el alma por cada balón y que, bajo la batuta de Pellegrini, están realizando un fútbol exquisito, con aspectos a mejorar, pero que llevaba mucho tiempo sin verse por el Villamarín. Y ocurre en el mejor momento, justo cuando la afición vuelve a casa. Y eso que decían que el Betis jugaba mejor sin público…
