El recordado Manolo Summers diría “To er mundo sabe de furbo”. Y es que hoy en día cualquiera te analiza concienzudamente un partido con alineaciones, tácticas y estadísticas. No sé si alguna vez habéis oído decir eso de “los tiempos cambian y nosotros con ellos”, pues en esto del fútbol también ocurre.
No solo ha cambiado el fútbol sino también cómo se habla del fútbol. Hasta hace pocos años los equipos tenían un portero, dos centrales, dos laterales, cuatro centrocampistas y dos delanteros. Vamos, el 4-4-2 de toda la vida de Dios. Los laterales podían ser carrileros, es decir, un lateral con capacidad para llegar hasta arriba, desbordar y dar un buen pase para rematar. Un ejemplo de ello era Don Rafael Gordillo. Los centrales eran dos tipos recios con bigote cuya mejor cualidad era el balonazo y tententieso. Los centrocampistas eran de lo más fino que había, uno repartía el juego a pase medido y tiraba las faltas y el más zambo que hacía de cortafuegos. Luego estaban los extremos: dos tipos rápidos, uno zurdo y otro diestro, pero cerrados. Con la pierna mala no sabían ni pisar una cucaracha y en la delantera un tanque para rematar y otro algo más habilidoso para driblar.
Eso era todo, señoras y señores. El entrenador los ponía y cada uno hacía lo que podía, sabía o le daba la gana. Hasta que un día llegó la poesía al futbol, la palabrería, el adorno barroco para contar y explicar este bello deporte. Es lo que yo denomino “Era de los valdanos y maldinis”.
Y es que ahora hasta el más tonto te hace relojes hablando de la teoría y la táctica del balompié. Los partidos ya no se juegan, los partidos se gestionan, también hay pivotes como en el balonmano, pivotes defensivos y ofensivos, hasta el terreno de juego se divide de otra manera porque ya existen “los tres cuartos del campo”, o de la cancha como gustan decir ahora. Además hay que tener cuidado pues lo mismo te colocan un “falso nueve”, que por lo visto es un delantero que no lo parece pero debe serlo, digo yo.
Desde luego todo es mucho más complicado, el balón ya no es balón ni pelota, es “el esférico”, para que sepamos a ciencia cierta que es redondo. Las porterías tienen palo largo y palo corto y eso que yo pensaba que los postes eran idénticos. Cuando no se ataca hay pasividad ofensiva y los corners no se tiran, los corners se botan.
En fin, hoy día para hablar de fútbol hay que tener más vocabulario que Arturo Pérez Reverte y más poesía en las venas que un pregonero de Semana Santa, el caso es que a mí con solo estas cinco palabras me basta: “VIVA ER BETI MANQUE PIERDA”.