Hoy me gustaría tocar un tema peliagudo. Uno de esos temas incómodos, en los que todos hemos metido la pata en alguna ocasión. Hablo de juzgar sin saber. De opinar desde el desconocimiento. Un juicio que no deja de ser cierto, porque es tuyo. Propio. Subjetivo. Pero también condicionado por la información que poseemos.
Imagina por un momento que alguien naciese ciego, y que desde niño le dijesen, cada vez que pregunta, que el cielo es rojo. Cuando ese niño crezca, podrá creer o no que el cielo es rojo porque jamás lo ha apreciado, pero si lo cree será su verdad. Puede que no sea cierto contando con toda la información posible, pero para él lo es. Ocurre lo mismo con las opiniones. Podemos tenerlas, pero no encerrarnos en ellas, porque un mayor conocimiento futuro podría hacernos cambiarlas. Extrapolemos esto al Betis y sus jugadores, técnicos o trabajadores.
Pellegrini era un hombre mayor, de éxito en el mundo del deporte, que tal vez viniese a ganarse un buen dinero con un contrato más. Una experiencia pasajera en un club dolido y con muchas dudas. Se podía pensar que no venía a comerse el mundo. Era una opinión, una “verdad” a medias basada en una creencia. El tiempo nos ha permitido observar una verdad que va más allá de la opinión. Una verdad objetiva con unos números irrefutables que apoyan su trabajo y la decisión de convertirlo en entrenador del Real Betis.
El propio Juanmi, que llegó por ocho millones de euros aproximadamente. Una cantidad alta en un futbolista que no parecía titular indiscutible en la Real Sociedad. Una grave lesión lo apartó de los terrenos de juego y de poder demostrar nada. El tiempo convirtió ese dinero en un despilfarro para muchos. Un fichaje sin pena ni gloria que no parecía llegar a ninguna parte. Una verdad basada en números de rendimiento condicionados. Hoy Juanmi es uno de los futbolistas más queridos por la parroquia verdiblanca, que corea sus goles y su nombre en cada partido. Está de dulce y es todo pundonor. Era una verdad que ese dinero por el fichaje no estaba siendo amortizado hasta que dejó de serlo.
Marc Bartra. Yo mismo critiqué su estado de forma la pasada temporada. Sus partidos no estaban siendo buenos y tenía errores que lo situaban en un nivel muy inferior al futbolista que llegó al Betis. Lejos de ser ese central rápido con buena salida de balón y alta incidencia en el juego del equipo. Era una verdad. Era mi verdad. Mi opinión. Lo que veían mis ojos. No obstante, Marc reconoció haber jugado mucho tiempo con molestias. Una lesión recurrente que lo obligó a parar haciendo que se perdiese incluso el inicio de esta temporada. Ahora ha vuelto, y he de decir que a un nivel superlativo basándome, una vez más, en mi opinión. Lo que ven mis ojos. El conocimiento de lo que le pasaba ha cambiado una opinión de jugador que deja de dar el nivel a jugador que incluso lesionado no quiso dejar solo al equipo con una mentalidad, carácter y actitud encomiable. Mi verdad ha cambiado, porque la ignorancia ha dejado paso a un saber que ha modificado esa opinión.
Lo mismo ocurre con Sergio Canales. No es fácil criticar a un jugador como él, porque es imposible no quererlo. Es, para mí, el heredero natural de Joaquín en lo que a llevar el brazalete se refiere. Todo el mundo hablaba de su bajón de juego, de que no era el futbolista diferencial de campañas anteriores. Que no era tan decisivo. Sin embargo, parecemos obviar el esfuerzo tan grande que hizo cuando tan mal estaba el equipo, forzándose a reaparecer aquel día ante el Levante, jugando con molestias y lesionado. Un futbolista que ha pasado, además, por un calvario de lesiones como pocos a lo largo de su carrera y que hace eso por ayudar al club. Ante eso no puede haber crítica alguna, sino palabras de agradecimiento y elogio.
¿Y a qué viene esto ahora? Me diréis. Pues viene a que la crítica debe ser razonada y explicada, como las opiniones, porque deben tener una base más allá del “yo creo”. En muchas ocasiones no poseemos la información que podría trastocar nuestra verdad y por eso hemos de ser comedido. No caer en un insulto fácil, tan recurrente en redes sociales, ni en el análisis superficial y entonar el mea culpa cuando haga falta. Tal vez pedir perdón. Porque un día, si la vida lo permite, tal vez dejemos de ser ciegos, veamos el verdadero color del cielo y entendamos muchas cosas. Mientras tanto, razonemos la crítica para evitar hacer daño con nuestro desconocimiento, porque lo que hoy es rojo, mañana puede ser azul.