El cántabro se ha convertido en el estandarte de este Betis junto a Fekir tanto dentro como fuera del campo, capitaneando a un conjunto que quiere cada día más.
Don Sergio Canales. ¿Lo podemos clonar? Sería idóneo, al igual que con Fekir. Pero estas breves líneas, permitidme, que vayan esta vez el cántabro y no el francés. Para un jugador que es pura humildad, calidad y capitán con todas las letras, tanto dentro y fuera del terreno de juego. Sí, hablo de Sergio Canales. El mediapunta verdiblanco está de dulce y la azúcar que desprende en cada partido, cada jugada, cada toque, cada asistencia, cada gol, nos endulza aún más al resto, al aficionado verdiblanco que se deleita de ver al 10 defender las trece barras con tanto orgullo.
Un aficionado que, si no me equivoco, ve como se erige cada partido, cada entrevista, cada paso que da, una nueva figura en este Betis, un capitán (con permiso en activo del gran Joaquín Sánchez) que se ha ganado con esfuerzo, sacrificio y pundonor cada comentario, aplauso y alago hacia su persona.
Un jugador comprometido, capaz de aislarse una semana en un hotel (dejando a su familia en casa) para no correr riesgos de contraer el “dichoso bicho” de cara al derbi y así poder ayudar a sus compañeros. Un jugador que jalea en el túnel de vestuarios, que dirige, que manda, que se juega “a lo que él diga”, una réplica de Pellegrini en el campo.
Canales tiene ese algo que los más veteranos en este deporte ven solamente en los futbolistas especiales. Porque Sergio es eso, un jugador diferente, especial, sideral. En el campo, pura poesía, un verso suelto cuya rima siempre cuadra con el sucesivo. Una pieza que hacer funcionar el engranaje completo. Un rayo de luz que ilumina los momentos oscuros. Sergio es luz, es magia, es arte con el balón. Pero también es pasión, compromiso, saber estar, inclusive cuando el balón no rueda.
Porque Sergio es eso, un “canal” de alegría, esperanza y, sobre todo, de beticismo que, por suerte, disfrutaremos muchos años más.