La conversión de un buen equipo en un gran equipo depende a veces de sutiles detalles tácticos, del encaje exacto de sus piezas y de la formación de pequeñas sociedades entre ellas. El Betis de Pellegrini parece haber dado ese paso. El entrenador chileno ha decantado ya, si no un equipo titular completo, sí al menos una columna vertebral, y ha logrado el máximo rendimiento individual de casi toda su plantilla gracias, en parte, a esos detalles exactos de colocación y movimientos.
Así, el desplazamiento de Canales a la banda derecha, tras haberlo situado en el centro y en la banda izquierda, ha destapado su mejor versión. Si en el centro tenía demasiada responsabilidad defensiva y en la izquierda perdía capacidad de asociación, en la banda derecha puede usar su velocidad en las transiciones y al tiempo centrar su posición en ataque posicional para asociarse con toda la perspectiva de quien juega a pie cambiado. Menos tardó Pellegrini en entender la peculiar manera de ser de Fekir y permitirle jugar con libertad absoluta; pierde, cierto, relevancia en el área, pero a cambio gana la presencia del francés en todas las jugadas, que el mismo mediapunta busca acudiendo al costado donde se produce cada ataque. Igualmente ha encontrado su sitio natural Juanmi, un jugador de menor capacidad creativa al que Pellegrini da poco peso en la elaboración: apenas la jugada ofensiva se prolonga, el malagueño se adelanta a zonas de finalización, donde su inteligencia para colocarse y su primer toque son mortales.
Pero sin duda el caso más llamativo es el de William Carvalho, un jugador peculiar que necesita un contexto táctico (e incluso psicológico) muy concreto para brillar. El portugués es tenido por mediocentro defensivo por casi toda la España futbolera, se diría que a veces por una especie de tópico racista: un mediocampista negro y grandote tiene que estar para correr mucho y cortar balones. Sin embargo los sucesivos intentos de sus entrenadores de asignarle ese rol han fracasado, y solo la presencia de Guido a su lado, quien tapa sus carencias tácticas en defensa, ha logrado darle ese punto de libertad creativa necesario para quien es un mediocentro ofensivo clásico. Si Fekir se desplaza continuamente por un eje horizontal, William se mueve a su aire, arriba y abajo, por un eje vertical a la izquierda del mediocentro-ancla, aportando así su calidad con balón de forma continua.
Podríamos seguir dando ejemplos de estas sutilezas, como el partido que saca Pellegrini a la potencia de sus laterales usándolos para la ruptura a la espalda de la defensa rival, o cien detalles más. Pero acabaremos este breve artículo con una reflexión: todos estos ajustes son posibles gracias a la estabilidad de una plantilla que apenas ha cambiado en tres años, y a la continuidad de un entrenador que tras año y medio de trabajo ya conoce a fondo a cada uno de sus jugadores. Vivan los mercados aburridos.