Tras semanas de negociaciones, el pasado 24 de julio se oficializó la llegada de Antonio Cordón al Betis y a partir de ese momento, ya pudimos comprobar que el puesto que ocuparía en el club iba más allá de la labor que realiza habitualmente el principal responsable de una dirección deportiva. En principio por el cargo que ostenta, ya que le presentaron como director general deportivo, distinta denominación respecto a las que tuvieron sus predecesores, tanto Miguel Torrecilla como Eduardo Macià.
Esa dirección general deportiva invitaba a pensar que, además de encabezar planificaciones del primer equipo o de supervisar asuntos relativos a la cantera, iba a tener también más peso en otro tipo de decisiones. Ya lo dejó claro en su primera entrevista en los medios oficiales al hablar de “pretender que todos los trabajadores en el club sean muy autoexigentes en cada uno de sus puestos” y lo corroboró en la presentación de Juan Miranda, cuando afirmó que “estamos trabajando con todos los estamentos del club, no solamente en secretaría técnica, también en otros departamentos estamos cambiando”.
Y vaya si se están produciendo cambios. Además de futbolistas, se han marchado preparadores físicos, analistas, scoutings y hasta delegados de campo como es el caso de Santos Pargaña, escasos meses después de su contratación. Los dirigentes han optado por un nuevo cambio en la gestión deportiva del Betis tras el rotundo fracaso que supuso un organigrama con importantes lagunas y que ha visto desfilar, a petición de Cordón, a varios integrantes, entre ellos algunos de los que llegaron hace poco más de un año tras la marcha de Serra Ferrer. Una vuelta de tuerca más que evidencia el desconocimiento en cuestiones deportivas tanto del presidente Ángel Haro como del vicepresidente José Miguel López Catalán. La parte positiva es que a tenor de los últimos movimientos, parece que por fin han dado un paso al lado en este sentido tras la llegada de un profesional reputado de gran experiencia para ocupar un puesto de vital importancia que “inexplicablemente” estaba vacante en la estructura del club. Los experimentos, con gaseosa.
Además de una política de fichajes que dejó bastante que desear, si algo echó en falta la temporada pasada el equipo fue una gestión responsable ante una crisis de resultados que fue una constante a lo largo de todo el curso. Entrenador sin respaldo en momentos complicados, decisiones tardías, falta de apoyo desde las oficinas… En definitiva, una forma de hacer las cosas que han cambiado desde la llegada de Antonio Cordón, un habitual en los entrenamientos y desplazamientos del equipo, que mantiene una relación fluida tanto con el cuerpo técnico como con los futbolistas y que está al tanto de todo lo que ocurre en el día a día del club en materia deportiva. Un club de fútbol no es una empresa al uso y para que funcione no basta con colocar las piezas en el tablero y esperar, debe existir un nexo de unión entre todas las partes para llegar a buen puerto. A ver si a la enésima va la vencida.
Por cierto, el hecho de tener un pasado verdiblanco como futbolista no debería ser considerado como un factor que marque la diferencia a la hora de postularse como opción para regresar al colgar las botas. Ya hemos visto el papel de algunos de los que salieron o quedan por salir, después de pasar años alternando distintos puestos sin haber sido eficientes en ninguno de ellos. El Betis necesita profesionales cualificados, “los mejores en lo suyo” como dijo el propio Cordón, en todos y cada uno de los departamentos que integran la estructura del club. Para aportar ese plus de beticismo, ya estamos los aficionados cuando podamos volver a alentar desde la grada.
