Al igual que un archiconocido complejo turístico de la costa castellonense, el Betis podría adaptar un sobrenombre similar para hacer referencia a lo que supone formar parte de la estructura de un club cómodo para cualquier profesional que lo integra. Son muchos los ejemplos a los que podríamos hacer referencia, sin ser un aspecto exclusivo de los futbolistas, que reducen notablemente su rendimiento una vez llegan a la entidad verdiblanca.
El Betis es un club donde por lo general, el profesional vive relajado, sin presión, en un ambiente jocoso donde la derrota molesta pero rápidamente se olvida y no pasa factura… En definitiva, el destino ideal para cualquiera que anteponga el acomodo al afán de superación. Un lugar donde echar raíces, en vez de un trampolín donde relanzar una carrera futbolística, hoja de ruta ideal para un club medio que aspira a situarse en la zona alta.
Sevilla es maravillosa para vivir y ofrece multitud de posibilidades, pero todos esos factores externos nunca deben ser empleados como excusa para no dar un rendimiento óptimo cuando un profesional llega a una entidad deportiva de esta ciudad. Basta con trasladarse a cinco kilómetros de Heliópolis para comprobarlo.
En las últimas décadas, ese halo de conformismo que rodea al Betis únicamente ha desaparecido con el paso de Lorenzo Serra Ferrer, primero como entrenador en distintas etapas y posteriormente como vicepresidente deportivo. Dicho esto, el Betis no puede depender siempre de la misma persona para encauzar el rumbo del club, aunque hasta el momento nadie haya demostrado poder lograrlo de otra forma. De ahí la añoranza del aficionado bético.
Tras el gran fracaso que supuso el modelo deportivo que intentaron implementar la temporada pasada, desde el club optaron en esta ocasión por la contratación de dos profesionales de gran experiencia y reconocido prestigio como Antonio Cordón y Manuel Pellegrini, con el objetivo de aumentar el nivel en dos puestos clave pero también de inculcar esa mentalidad ganadora a un vestuario viciado. Tanto en pretemporada como al inicio de la competición pudimos apreciar cierta mejora, con un entrenador con las ideas claras al que seguía la plantilla y con un directivo general deportivo muy encima en el trabajo diario, pero con el paso de las jornadas hemos comprobado que el cambio de mentalidad en el grupo no se ha producido y que la tendencia negativa de temporadas anteriores sigue presente.
En el equipo falta carácter competitivo, ambición, que cada derrota duela de verdad y no se olvide a las primeras de cambio. “Ganar no es una opción, es una obligación” fueron las palabras que pronunció el presidente Ángel Haro en la presentación del técnico chileno. Palabras que cayeron en saco roto viendo los resultados que se están obteniendo en estos primeros meses de competición. De los dirigentes no hay que esperar absolutamente nada para cambiar esta dinámica, ya que su incidencia en el colectivo siempre ha sido nula, pero tanto Pellegrini como Cordón han demostrado estar capacitados para comandar un proyecto deportivo con garantías de éxito. Ambos tienen trabajo por delante.
Para concluir, me gustaría compartir una anécdota que hace un tiempo viví en primera persona en el Villamarín, durante el descanso de un partido en el que el equipo se marchó a los vestuarios por debajo en el marcador y acompañado de una tímida pitada de la grada tras una actuación que dejó mucho que desear.
No se me olvidará jamás aquel comentario de un aficionado cercano al lugar donde me encontraba: “Yo con sentarme en mi asiento, comerme mi bocadillo y ver el ambiente en el estadio, soy feliz. Si no ganamos, ya lo haremos en otro partido”. En esa reflexión que llegó a mis oídos y que me dejó perplejo, puede que se esconda gran parte del problema que tan arraigado tiene esta entidad. Nosotros, los propios béticos, quizás seamos los primeros que tengamos que dar ese primer paso para que lo perciban desde dentro y pueda cambiar de una vez por todas el devenir deportivo de nuestro club.