A Joaquín no hay que entenderlo. Joaquín es como es. Y si Joaquín ha llegado hasta los cuarenta años como jugador de futbol profesional es precisamente por eso: por no haber dejado nunca de ser como es. Hay que mencionarlo y alabarlo, pues Joaquín dignifica el futbol, al menos el que hace mucho tiempo que se ha perdido. Con Joaquín se va el último vestigio del balompié de principios de siglo y no el de ahora, más para el marketing y las televisiones.
Pero Joaquín también tiene ese lado oscuro, la cruz de la moneda. Muchas de sus últimas acciones y decisiones han ido de torpeza en torpeza, de error en error. Claro que es una leyenda, claro que es el Betis y una barra del escudo, pero eso no lo deja exento de equivocarse. Así es Joaquín, en lo bueno y en lo malo.
Hace apenas un par de años escribí otro artículo sobre Joaquín y que os dejo en este enlace. Pero a riesgo de repetirme, lo haré. Dije algo así: “Joaquín, aparte de lo que significa para los béticos, es el representante terrenal de lo divino de las Trece Barras, profeta del Manquepierda, imagen y semejanza del Beticismo, de la alegría andaluza, de la sonrisa por bandera. Es la representación máxima del mayor tesoro que se guarda y vela en este sur del Mundo: la alegría. Joaquín es ese jugador de fútbol que a base de sonrisa es capaz de hacer lo mismo que cualquier otro que necesita apretar los dientes y estrujar los músculos. Joaquín es el “yo lo hago, pero a mi manera” que tanto riega las calles y campos de Andalucía. Joaquín es esa lucha constante entre los que defienden el sacrificio contra los que demuestran que las cosas llegan o no, y que con trabajo y saber reírse de uno mismo todo se consigue. Que se puede ser serio sin dejar de reír, que se puede trabajar sin correr más que nadie”.
Pero fuera parte de todo eso, y sin quitarle una sola coma, Joaquín también es otra cosa. A Joaquín le llueve sobre mojado en mucha de sus decisiones y actos extradeportivos. Y no, no me vale la excusa de “es que compró acciones del Betis para apoyar a Haro y Catalán”, permitidme que ni pase por esa tontería. A Joaquín se le ha criticado mucho durante los últimos años por ser más un bufón que un jugador de futbol, cosa que, personalmente, me da exactamente lo mismo mientras luego rinda en su trabajo. Como con cualquier otro futbolista. Pero Joaquín es el que monta un show en su Instagram con cada programa de La Isla de las Tentaciones, hasta el punto de ganarse una denuncia por parte de una de las concursantes tras hacer alusión a su bizquera. También el que acusó de “desestabilizar” el proyecto del Betis a quienes presentaban una candidatura externa al actual consejo y totalmente legítima. También el que no se acuerda de felicitar el cumpleaños del club o el que no deja un mensaje de despedida a Serra Ferrer (quizás por el mismo motivo que lo de antes). Y para colmo, ahora ha tenido a bien anunciar y contar de manera clara que dejará el futbol cuando termine la temporada en El Hormiguero.
Aunque fuera un secreto a voces, aunque fuera evidente. El Hormiguero no es el sitio. Bueno, lo es si Atresmedia va a ser quién te pague una vez te retires y te de un programa propio. Entonces tiene sentido. ¿Pero por qué el Betis vuelve a ser el segundo plato? No hubiera costado nada hacer un video especial de los tantos que hace magníficamente el departamento de comunicación del club; o un programa especial en BetisTV o un acto en el Villamarín como el que recientemente vimos de Pau Gasol. Se me ocurren cien maneras diferentes y mejores que hacerlo lejos del Betis y del beticismo. Ese beticismo con el que Joaquín quería retirarse y por el que se le ha regalado –literalmente- un año más de contrato, contando con la complicada situación salarial y económica del club. Joaquín prefirió anunciarlo de manera oficial lejos del club que le ha dado todo en su carrera en los últimos 20 años. Y seguramente todo esto ocurra, faltaría más, pero el Betis ya no tendrá la exclusividad. Que menos que los béticos hubieran sido los primeros en enterarse que la leyenda Joaquín ha decidido retirarse después de todo y de tanto. Y lo peor de todo es que todas estas cosas las ha hecho mientras seguía siendo jugador del Betis, representando al Betis, y paseándose por dos, tres y diez programas de televisión solo para uso y disfrute de los altos cargos que le ríen las gracias a costa de su arte y tenerlo en el futuro con ellos.
En definitiva, Joaquín es la cara y la cruz. Es el jugador que se partió la mano cuando pensó que no podía regresar al Betis, que respira beticismo y amor por los colores, que siempre lo demostró allá donde fue y que es y será siempre una leyenda de las trece barras. Pero también es la torpeza – o el mal aconsejado – del club. Y no me vale que “todo lo que haga Joaquín está mal”. Por supuesto que no, pero Joaquín, la leyenda, también se equivoca. Y una cosa no quita la otra.
