Acostumbrarse a lo bueno es fácil. Incluso hay quienes dicen que esto puede llegar a ser una mala costumbre. Pero es que en realidad siempre será mejor disfrutar mientras puedes que tener que esperar para hacerlo. Y es que, al fin y al cabo, el Real Betis ha acostumbrado al beticismo, que no malacostumbrado, a ver a su equipo ganar, golear y disfrutar. Que la cuadrilla de Manuel Pellegrini borde su trabajo un día sí y otro también cada vez que acude a las oficinas del Plan hace tiempo que dejó de ser noticia. Un hecho que no quita que no deban tener el mismo reconocimiento. La primera de las costumbres instaladas por los pupilos del Ingeniero, especialmente desde que empezó el 2022, ha sido intercambiar (que no sustituir) la palabra ‘ganar’ por ‘golear‘. Y aún así el bético se queda con ganas de más. Al igual que pudieron ser más de 4 los goles que el Real Betis hizo en el Ciutat de Valencia, los verdiblancos también podrían haber encajado algún otro tanto. Pero incluso sin hacer su mejor partido, el cuadro de las trece barras se llevó, además de tres puntos, un empacho de fútbol ofensivo con otro ‘4’ reflejado en la casilla verdiblanca del marcador.
Para costumbre la de ganar y para acostumbrados William Carvalho y Nabil Fekir. Acostumbrados a exhibirse partido sí y partido también. Manuel Pellegrini tiene a su disposición dos máquinas convertidas en obreros del Plan 2.0. A pleno rendimiento. Dos trabajadores que han pasado de, muchos meses atrás, ausentarse de las jornadas de trabajo cuando más se les necesitaba a doblar horas de sus turnos a base de esfuerzo, sacrificio y constancia. Y calidad, también mucha calidad. Porque mientras algunos empiezan a pensar que el centrocampista portugués se ha convertido en workaholic (un adicto al trabajo que trabaja compulsivamente), el debate en torno a la pregunta de si el genio verdiblanco es el mejor jugador de LaLiga ya está instalado en la opinión pública futbolística. Debate para quien lo tenga, claro. Atrás quedaron ya las semanas en las que había que derramar sangre, sudor y lágrimas para ver al ’14’ y el ‘8’ (especialmente al primero) encadenar, al menos, dos actuaciones dignas y acordes a sus condiciones. Ahora, mientras William Carvalho va de exhibición en exhibición, Nabil Fekir suma golazo tras golazo. Aunque de eso el luso también sabe lo suyo.
Mención aparte merece, a pesar de salirse del ámbito puramente analítico y del partido, la mayor de las costumbres que rodean y definen al Real Betis: su afición. Unos cuantos «locos» que tienen la costumbre de golear, en este caso sin un balón de por medio y desde hace bastante tiempo, allá por donde van. Manuel Pellegrini encontró en Heliópolis un grupo de fieles aficionados a su obra cuya implicación y sentimiento de pertenencia al Plan sobrepasa casi los de los propios obreros del Ingeniero. Un amplísimo grupo de seguidores de las construcciones que se quedaron prendados hace muchos años de la institución que ahora sí se les está recompensando su interés desinteresado, valga la redundancia, con un proyecto a la altura. Casi 1.000 seguidores del Real Betis hicieron que, durante 90 minutos, el Ciutat de Valencia sonara como el Benito Villamarín. Literalmente. Y es que si la cuadrilla bética rinde tan bien lejos de las oficinas verdiblancas es porque hay algo (o alguien) que les hace sentirse como si estuviesen trabajando como en casa. Porque la plantilla de las trece barras también se ha acostumbrado a lo bueno.