Desde el gol anulado a Takashi Inui –todavía con algo de sentimiento verdiblanco– hasta el penalti detenido por Joel Robles (sí, Joel Robles), la actuación al completo del conjunto de las trece barras fue digna de una película de terror. El todopoderoso Eibar de José Luis Mendilibar firmó su quinta victoria en 11 encuentros ante el Real Betis desde que el cuadro armero alcanzara la máxima división del fútbol español. Pero el problema del Real Betis no es ni el País Vasco (0-3 contra la Real Sociedad, 4-0 frente al Athletic Club y el reciente 0-2 de la SD Eibar) ni el camino utópico que anda buscando Manuel Pellegrini. El problema del Real Betis es el propio Real Betis.
Leer que el equipo «no juega a nada» o que a los jugadores «les falta actitud», más que algo puntual de un encuentro, se trata de un hecho atemporal en el conjunto de la Palmera. La que parecía ser una temporada diferente tras arrancar el curso liguero con dos victorias consecutivas no ha hecho más que evidenciar los (numerosos) problemas que arrastra la entidad heliopolitana desde hace varias temporadas. Mientras que en el verde los jugadores son incapaces de aprovechar las segundas oportunidades que brindan los partidos (tras el gol birlado por el ex bético jugador japonés al sevillista Bryan Gil) o evitar las innumerables pérdidas en la salida de balón, en los despachos han permitido a Joel Robles y Marc Bartra seguir cometiendo un penalti tras otro.
Si a la flagrante debilidad defensiva se suma la llamativa apatía mostrada por jugadores como Nabil Fekir o Joaquín Sánchez, el técnico chileno se ha encontrado con un callejón sin salida. “Tenemos equipo para jugar mejor de lo que jugamos hoy”, defendía el Ingeniero al término del encuentro ante la SD Eibar. He ahí el problema de este equipo. Uno lleno de nombres pero falto de sensaciones. Al menos buenas. Porque más allá de un juego inexistente cuando no está el ’10’ verdiblanco sobre el césped –y ni así–, el equipo de Manuel Pellegrini muestra desidia. Un hecho que lleva a gran parte del beticismo a pensar que con el Real Betis de los 25 puntos o los esquemas ultradefensivos de Víctor Sánchez del Amo vivíamos mejor.
El primer gol anulado a la SD Eibar no fue más que un atisbo de lo que se le venía encima al cuadro local. Mientras que William Carvalho y Loren Morón —ay, si todos pusieran sobre el terreno de juego las mismas ganas que el marbellí– veían cómo Esteban Burgos anotaba el 15º penalti consecutivo a Joel Robles, los aficionados béticos presenciaban en sus casas el enésimo naufragio del barco de don Manuel. Hasta 23 son los cañonazos que se ha llevado la naviera verdiblanca en apenas 11 jornadas de LaLiga Santander. Los goles suficientes como para convertir al Real Betis en el equipo más goleada de esta temporada… y las cinco últimas. Y es que 260 goles en 5 años no son un problema, son muchos.
«El calendario de la verdad» no es más que otra justificación barata de Dios sabe quién para no pinchar en la más profunda de las heridas heliopolitanas. Tras caer (y de qué manera) en estos dos primeros compromisos «fáciles», los de Manuel Pellegrini tienen por delante cinco encuentro más antes de que el eterno rival aterrice en el Benito Villamarín para sacarle los colores al cuadro de las trece barras. El mismo número de jornadas que los jugadores béticos estarán rezando para que a los equipos de la parte baja de la tabla no les de por empezar a ganar partidos. Porque al final todo depende y se reduce a sumar de tres en tres. Pero es que ni siquiera Sergio Canales puede achicar tanta agua.