Orgullo y decepción

«No sólo hay que tener esta actitud en el derbi». No lo digo yo, sino Aitor Ruibal. Y es que de la boca del canterano del Real Betis, quien merecidamente se ha hecho con un hueco en el once de Manuel Pellegrini, ha salido el pensamiento de todo el beticismo tras el empate cosechado ante el eterno rival. Mientras que el Sevilla FC puede dar por bueno el punto cosechado en el Benito Villamarín, el aficionado verdiblanco se irá a la cama como una mezcla de orgullo y enfado por el resultado que terminó reflejando el marcador. Porque más allá del penalti fallado, el conjunto bético las tuvo. Lo que necesita ahora el bético es que la competitividad mostrada por el cuadro helipolitano no sea puntual y motivada por el rival que tenía enfrente, sino prolongada en el tiempo.

Para bien o para mal, los de la Palmera han demostrado tener equipo para competir incluso los partidos en los que, a priori, parten como claros favoritos de salir escaldados. Para bien o para mal porque, gracias a este partido, el bético ha podido establecer su listón mínimo de exigencia. Y no es para menos. Con 9 bajas pero, sobre todo, con hombres más que nombres sobre el terreno de juego, el Real Betis plantó cara al conjunto de Nervión. Estos cambios, y no los del lanzador de penaltis, sí le hicieron mucho bien al equipo de Manuel Pellegrini. El beticismo necesita ver que a su equipo le sobran ganas pero también soberbia. En partidos como este, más que un caño de Nabil Fekir, que también, hay quienes prefieren la brega de Loren Morón. Porque en los partidos importantes terminan jugando quienes más lo merecen.

No fue el mejor inicio de 2021, pero sí uno esperanzador. Un arranque de año que lo marcaron el ’20’ de Diego Lainez y el ’21’ de Guido Rodríguez. El capitán América del Real Betis se ha buscado a su Robin particular. Porque junto a una exhibición defensiva del argentino merecedora de todo halago, el internacional con El Tri reivindicó sobre el césped de Heliópolis lo que tantas jornadas llevaba los aficionados pidiendo: la titularidad. Todo lo que frenaba en pulpo del contrario, Diego Lainez lo convertía en caos para los suyos. Dribló, encaró, desbordó y se ganó el aplauso (por desgracia desde casa) de cada de los aficionados béticos durante los 90 minutos que estuvo sobre el terreno. Tanto como el pulpo con el que juegan desde hace ya varias jornadas los verdiblancos en la medular, al que le faltan metros de campo que abarcar y le sobran pulmones.

Mención aparte merece el capitán del Real Betis. Sí, capitán. Porque Sergio Canales no solo se echó, como de costumbre, el equipo a las espaldas, sino que portó el brazalete en #ElGranDerbi. Y no hay mayor orgullo para el beticismo que un capitán ejerciendo como tal. El profesionalismo que emana el cántabro, ojalá tan contagioso como el maldito virus que ha vuelto a hacer estragos en la plantilla de las trece barras, es digno de admiración. Sergio Canales fue capitán con el balón en los pies, pero también sin él. En cada disputa, lucha, balón dividido e incluso decisión arbitral, ahí estuvo el alma del ’10’ del Real Betis. Un jugador que meses atrás parecía poder perderse hasta 5 meses de temporada y dos partidos después ya suma 3 tantos en su haber. Porque Sergio Canales, más que el capitán del Real Betis, es el Real Betis.

Pero hasta los magos se equivocan. Un penalti mal tirado, o un lanzador mal escogido, privaron al Real Betis de llevarse los tres puntos. El partido de Nabil Fekir, tan positivo como el de muchos de sus compañeros, se verá empañado por la pena máxima errada. Aunque para pena máxima la del beticismo. De los errores se aprende, por eso Manuel Pellegrini tendrá claro a partir de ahora que, más que meter, no debe sacar a Diego Lainez del once; que los penaltis los tira el ’10’; y que este es el camino a seguir. Porque los tres puntos de Huesca valen lo mismo que los que se pudieron conseguir en #ElGranDerbi. De ahí que el técnico chileno tenga que sacar el veneno que le quedó dentro a una plantilla dolida y inyectárselo de cara a las próximas jornadas. Y es que el crecimiento está en el enfado.