Salvo sorpresas de última hora, el Betis no se reforzará en este mercado invernal. Es sabido por todos que el club no pasa por una buena situación económica, y esto, puede incluso acarrear alguna salida que alivie el peso salarial de la plantilla. La situación es compleja, pero si hay algo que haya sostenido las estructuras verdiblancas, y de lo que incluso, nos podamos sentir orgullosos los béticos, es de las categorías inferiores de la institución. Es un hecho, la cantera bien se merece que saquemos pecho y que alardeemos de todos los jóvenes talentos que durante los últimos años han pasado por la Ciudad Deportiva Luis del Sol.
No hay duda de que las cosas en ese ámbito se están haciendo bien. Ahí tenemos a Ceballos, a Fabián o a Junior, que engrosaron las arcas del club cuando se fueron a Madrid, Nápoles o Barcelona. No entro a valorar el tema de las cláusulas y de los contratos, que quizás pudieron haber sido más beneficiosos para la entidad. Hoy prefiero fijarme en toda esa hornada de futbolistas competentes que están saliendo del filial del Betis. En estos momentos, tenemos a varios “cachorros” verdiblancos como Miranda, Paul, Ruibal o Loren, sin olvidar, por supuesto, a los que asoman la patita desde el Betis Deportivo como Raúl García o Fran Delgado que remarcan la buena salud de nuestra particular fábrica de talentos.
La última de las perlas que se ha sumado a la lista de canteranos que están llamados a despuntar en el primer equipo, tiene apellidos dignos de cartel de bufete de abogados en la calle Asunción, una estatura baja, y clase, mucha clase. Rodrigo Sánchez Rodríguez “Rodri”, es futbolista, prácticamente, desde que nació. Buena prueba de ello es que pasó por muchas de las mejores canteras de nuestro país, entre las que se encuentran las del Madrid, el Atlético y el Barça. Nadie suele pasar por allí sin ser muy bueno y tener algo distinto que haga que los cazatalentos apuesten por ti. Aunque también les digo, no hace falta ser un ojeador experimentado para saber que el de Talayuela tiene algo diferente, algo con lo que se nace.
Rodri llegó a la disciplina verdiblanca en 2016 cuando aún era juvenil. En su proceso de maduración como verdiblanco todos los que lo han visto jugar coinciden en que ahí hay jugador de futuro. Hace algunos meses amplió su contrato hasta junio de 2024 y según El Desmarque rechazó varias ofertas de clubes de la Premier que estaban interesados en hacerse con sus servicios porque desea triunfar vestido de verdiblanco. Era cuestión de tiempo que le llegara la codiciada oportunidad de tomar la alternativa con los mayores. Desde principio de temporada Pellegrini le mostró confianza y lo subió al primer equipo. Sin embargo, la ocasión de estrenarse no le llegó hasta el 7 de noviembre del pasado año cuando a sus veinte primaveras debutó en un escenario como el Camp Nou. Se suele decir que ahí es dónde se ve la valía de los futbolistas, y éste demostró aquel día que el desparpajo y el descaro los trae de serie.
El extremeño tiene las hechuras de los futbolistas disfrutones, de los que juegan con la pelota cosidita al pie y la piropean mientras dura la conducción. Es de esos que entiende el balompié como un ejercicio de desenfado, como una samba interminable que debe hacer que se muevan las caderas de los rivales. Mediapunta pequeño, de los que ven el hueco donde no existe y el recorte donde no hay hueco. El 28 del Betis recuerda a aquel David Silva juguetón del Valencia. Sin esta especie de futbolistas en peligro de extinción el fútbol perdería todo su sentido. Nadie duda que jugar a la posesión es efectivo, pero, a veces, se necesita ese chispazo de genialidad del futbolista que encara y desequilibra, el que hace que el aficionado se lleve las manos a la cabeza y grabe en su retina aquel quiebro eterno, aquella jugada exquisita. Ayer sucedió, Rodri cogió la pelota y se limitó a bailarla al son del tacón y la samba. El resto es historia. Tenemos un gol inolvidable y futuro, mucho futuro por delante.
